Faraonismo, enfermead infantil del regionalinsularismo

por Francisco A. Déniz Ramírez La que parece ser una tendencia irrefrenable a sobredimensionar la realidad y las necesidades, amenaza con convertirse en una enfermedad contagiosa entre los ...

3 de octubre de 2005 (20:58 CET)

por Francisco A. Déniz Ramírez

La que parece ser una tendencia irrefrenable a sobredimensionar la realidad y las necesidades, amenaza con convertirse en una enfermedad contagiosa entre los responsables políticos de nuestro pequeño, añorado y destrozado país canario. Ésta tendencia consiste en maquinar discursos y políticas públicas después de una ocurrencia que procura endiosar una realidad que no necesariamente lo es ni tiene por qué serlo. Consiste en procurar el encandilamiento del pueblo para que su atención no se fije en los problemas reales de la gente real, en las cotidianeidades angustiosas y desesperantes; en fin, en asuntos realmente de su incumbencia. Desbordar los titulares diarios con el anuncio de grandes obras para la posteridad, con grandes capitalidades, etc. es su cometido. Igual que en tiempos de los faraones.

Desde hace aproximadamente dos años, justo al inicio de la legislatura actual, se observa un desenfreno total por aprobar proyectos y ejecutar lo que ellos mismos llaman grandes infraestructuras que pondrán al Archipiélago definitivamente en la modernidad. Y tanta ansiedad me pregunto yo si no tiene que ver con la derrota definitiva de las directrices generales y el apresuramiento del empresariado poderoso de las islas por ejecutar al Archipiélago definitivamente antes que el fantasma ecológico recorra poderosamente las islas. Me temo que sí, porque en esto han cerrado filas las grandes maquinarias electorales de las islas. En Tenerife, el acuerdo es total y no hay distinción alguna entre gobierno y oposición. El cierre del anillo insular, el puerto de Granadilla, la regasificadora de Granadilla, la segunda pista del aeropuerto Sur y la autovía exterior del suroeste de La Laguna-Santa Cruz , además del tranvía y más grandes superficies. Y da igual que muchos ciudadanos hayan manifestado su estupor y llegado a la conclusión de que, incluso esta estrecha democracia les molesta a sus principales adalides. Caso omiso hacen los gobernantes de semejante estupor y de las estadísticas que alertan sobre la pendiente por la que se deslizan los mínimos de cohesión social. Caso omiso de la hostilidad en el terruño.

Este pasado verano, salto la alarma aeroportuaria con la fiebre de las segundas pistas y de los nuevos aeropuertos. Tanto en Gran Canaria como en Tenerife, isla ésta con dos aeropuertos, desoyendo las palabras de pilotos, controladores, y empresariado, al triunvirato CC-PP-PSOE le dio por decir que era urgente la segunda pista. Pero no queda ahí la cosa, ni han aprendido del destrozo innecesario de Alajeró, los empresarios instalados en Fuerteventurapusieron el grito en el cielo porque necesitaban otro aeropuerto, y el nuevo sin terminar, a lo que le contestaron desde algunas instancias políticas que sí, que tenían razón. La singapurización de Mauricio da hasta miedo.

Por último saltó el anuncio del faraón máximus anunciando que con el Eje Transinsularde Transportes a construir en 10 o 15 años podremos llegar de Lanzarote a El Hierro en sólo 10 horas. Como si de una gran carrera de camioneros y repartidores contra reloj se tratase, como si el queso, las batatas o las piñas se les fueran a estropear. En qué vaina anda metido el triunvirato. A qué responde esa tendencia irrefrenable al faraonismo.

En la base de ésta práctica política faraónica bien pudiera estar lo que en tiempos se llamó complejo de inferioridad. Son concejales, alcaldes y diputados regionales (como así se denominan) que vienen del mundo de la empresa privada y que entienden la política como el establecimiento de una red clientelar en el centro del poder económico. Esos centros del poder que financian campañas electorales y otorgan prebendas personales de todo tipo y que recientemente han adoptado la actitud de intervenir directa o indirectamente contra los indígenas que se manifiestan en su contra. Lo último saben ustedes que paso en el sur de Tenerife cuando un empresario se subió en la pala y lo mandó contra el coche de un militante de ATI que quería proteger unos grabados rupestres. Igual, ahora, el susodicho militante sabe a qué juegan sus compañeros de partido cuando permiten expropiaciones ilegales y atentados al patrimonio natural y arqueológico. Me pregunto que hubiera pasado si se lo hubieran hecho a una persona que no fuera de ATI, es decir, a un indígena.

Estos autodenominados nacionalistas, con tanto viaje a Madrid, deben de haber cogido prestado algún documento del PNV o CIU donde decía algo de construir un país y han pensado que la cosa va de cemento, porque si no, no se explican los favores que hacen a los grandes empresarios de la construcción ni su obsesión por entullo de hormigón. No se han dado cuenta de que la construcción de un país pasa por vertebrar a los naturales principalmente en un proyecto político de bienestar, de democracia y de soberanía que tiene como base moral la recuperación de la dignidad de un pueblo, y no lo que está sucediendo, que somos los naturales los que ya no conocemos ni a nuestra tierra ni a nuestra gente. Estos autodenominados nacionalistas, no se han enterado de que, por muy liberales que sean, deben adoptar actitudes y formas socialdemócratas como base ineludible para garantizar un mínimo de legitimidad a las instituciones en el cometido anterior y brevemente descrito. Deben garantizar la cohesión social y no la desvertebración que padecemos. No se enteran de nada, y no se enteran porque en realidad dudo mucho, todo el mundo duda de que alguna vez en su vida se hayan sentido nacionalistas. Salvo, claro está, nacionalistas españoles que eso sí que lo son.

Los canarios nunca hemos podido hablar de nuestra burguesía, pero, en el caso que a esto que tenemos pudiera denominársele burguesía, tendríamos que convenir en que no tienen el don que se le supone a los burgueses, no tienen el buqué que dicen que les corresponde. Sólo hacen gala de los gustos desmedidos de los nuevos ricos que pretenden ocultar su innoble ascendencia.Menos mal que la formica ya no existe.

Una de las condiciones del faraonismo es el analfabetismo y desgraciadamente, de eso nos sobra. También nos sobra otra de sus condiciones: la pobreza. Así es fácil encandilar al pueblo y hacerlo fanático, aunque sea fanático de un asadero pagado por el ayuntamiento o de una operación de salvamento en OT.

Los gobernantes quieren ponernos en la Modernidad, pero no se han enterado de que estamos en una fase postmoderna, una fase de pequeñas narrativas, donde las pequeñas cosas tienen valor, donde no vale emperrarse en la misma interpretación de las cosas. La gente no demanda grandes obras, sino pequeñas que nos solucionen nuestros cotidianos problemas. No desea la gente grandes obras que atraigan más y más colonos. El turismo no demanda cemento ni aglomeraciones, demandan ver la canarias que algunos conocimos y que ya nadie más conocerá. Demanda políticas identitarias que nos devuelva el amor por nuestro país canario y no la pena que provoca.

Y por si fuera poco, ya dije al principio que era una enfermedad contagiosa, el PSOE se descuelga con la capitalidad cultural europea para Santa Cruz de Tenerife, todavía andan los artistas reclamando un ínfimo porcentaje del presupuesto, anda nuestro pueblo sin pisar un teatro, anda nuestra cultura autóctona en el ostracismo, y los afrancesados del PSOE reclamando la capitalidad cultural de Europa. También apareció el eterno Olarte diciendo que a los chinos no les interesa el sol ni la playa, ni el turismo rural, que hay que ofertar otra cosa. ¡Ay mi madre! el faraonismo acaba con nosotros.

Como le dijo Saint Simón a la burguesía parisina en una fase incipiente aún definales del XVII y principios del XVIII: "Señores ustedes necesitan absolutamente de una teoría", ...Pero no seré yo quien se la facilite.

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