En una Isla como la nuestra, donde vivimos del turismo casi al cien por cien, parece lógico y natural que en los diversos estamentos de la Administración, bien central o periférica, se hablen y se entiendan al menos los dos idiomas ...
En una Isla como la nuestra, donde vivimos del turismo casi al cien por cien, parece lógico y natural que en los diversos estamentos de la Administración, bien central o periférica, se hablen y se entiendan al menos los dos idiomas más usuales de la Comunidad, que además coinciden en el mayor número de visitantes que recibimos, y que son concretamente el inglés y el alemán; no es que sea obligatorio pero debería serlo para obviar los frecuentes problemas que se originan a diario con motivo de la atención -además obligatoria por los nexos y tratados de la Unión- en los más diversos estamentos de la citada Administración.
La otra noche, en el servicio de Urgencia del Insalud, en el Hospital General, pudimos presenciar, en vivo y en directo, la odisea de una turista alemana que sufrió un accidente con numerosas contusiones, fíjense ustedes, la mayor parte de las horas que aquella mujer, en un estado lamentable, tuvo que soportar en dicho servicio, fue por la razón de que solamente hablaba su idioma natal, el alemán, no sabía ni papa de inglés, y en el mencionado Hospital tampoco había ni una sola persona, ni administrativo, ni facultativo, ni de servicios, que hablara alemán (al menos a aquellas horas de la noche). La verdad es que no sabemos como terminaría la odisea de la turista, para hacerle saber cuál era su estado y la medicación que se le recetaba, pero es lamentable contemplar, en una Isla eminentemente turística, donde hasta los botones de los hoteles y apartamentos hablan dos o tres lenguas, el desamparo de aquella señora, y el familiar que la acompañaba ante tales y lamentables circunstancias.
Pero es que nos dicen que no solamente ocurre esto con la Sanidad, que pasa lo mismo cuando extranjeros comunitarios tienen que arreglar papeles, denuncias, o lo que sea, en las dependencias policiales en general, o en cualquier otro estadio administrativo de los numerosos existentes en la Isla. Sería muy conveniente que en tales dependencias se hagan cursos de aprendizaje de los idiomas más esenciales de la Europa comunitaria, porque ya son muchos miles ¡dos millones al año de turistas y muchos miles aquí residentes!, que indudablemente tienen también que molestarse en aprender nuestra lengua -nos referimos a los residentes- al igual que lo tendríamos que hacer nosotros si vamos a sus países, pero no se le va a pedir al turismo normal que lo haga para venir de visita a Canarias o concretamente a Lanzarote. Y, por favor, que esto no se interprete como servilismo, ni mucho menos, es una necesidad para una Isla que vive puramente del turismo y cualquier cosa que se haga para mejorar su estancia y atenderles debidamente, hará que en el futuro repitan visita. ¡Que de estos errores se aprovechan otros destinos turísticos y que la cosa no está para bromas, señores!