Por Manuel Fajardo Palarea
En estos días, una auténtica convulsión ha sacudido la vida política canaria. Sin cuestionar la presunción de inocencia que asiste a sospechosos e imputados, las actuaciones judiciales en torno a lo que se conoce como "trama eólica" hacen presumir que estamos ante un acontecimiento con signos de veracidad. En mi condición de letrado, creo que hay que dejar hacer a la justicia para que, actuando con sosiego, haga resplandecer toda la verdad; pero en mi condición de representante político electo, tengo la obligación de reivindicar la defensa de la política.
Lo fácil en momentos como estos es recurrir a frases como la política no sirve para nada o todos los políticos son iguales. Los políticos no podemos guardar silencio, bajar la cabeza o asentir porque está en entredicho un partido político rival cuando estas frases son pronunciadas por ciudadanos como expresión de su enfado. Al contrario.
Es, ante acontecimientos como estos, cuando hay que reforzar las profundas convicciones que los demócratas tenemos en el sistema de partidos y en las instituciones públicas. Claro que la política sirve y claro que no todos los políticos son iguales. La existencia de ovejas negras, de casos aislados, no puede empañar ni cuestionar el compromiso de la inmensa mayoría de las personas que hemos encaminado nuestros pasos hacia la política desde la vocación de servicio público, en defensa del interés general y para contribuir al progreso de la sociedad desde diferentes opciones y proyectos políticos.
Mientras la justicia actúa, los representantes públicos tenemos la obligación de ejercer, con mayor esmero si cabe, el control interno en las instituciones, para evitar que el relajamiento pueda depararnos alguna mala sorpresa. Esforzarnos en transparentar la acción pública también puede ayudar a evitar malas tentaciones por parte de alguno, si lo hubiera, como es de utilidad, llegado el caso, poner en marcha cauces de investigación para aclarar alguna cuestión. Por ahí discurre la línea de conducta de los socialistas lanzaroteños. Sin embargo, me veo en la obligación personal y moral de exigir, públicamente, que no se ponga en el punto de mira a personas que ni si quiera han sido imputadas. Es el caso del diputado nacional Cándido Reguera Díaz, una persona a la que conozco desde la niñez y de cuya rectitud e integridad no albergo dudas.
Ante situaciones como las que se están viviendo, es fundamental que todas las personas que sentimos la política renovemos nuestro compromiso y redoblemos esfuerzos para que no se pierda la confianza en los partidos políticos, en las eleccionesy en las instituciones de las que nos hemos dotado para resolver los problemas colectivos y mejorar la vida de las personas. En democracia no hay otra alternativa.