Madrugada del pasado lunes. Un niño de cuatro años llora desconsoladamente en el interior de una vivienda de Arrecife. Sus gritos se escuchan tanto, que unos vecinos deciden llamar al Centro Coordinador de Seguridad y Emergencias. Sus padres se habían ido de copas y habían dejado solo en casa al pequeño. Afortunadamente, esos vecinos decidieron no mirar para otro lado y dieron aviso a las autoridades. Y es que al margen del drama que puede vivir un niño que se ve solo en casa de madrugada, la situación también suponía un auténtico peligro. Ahora, el tema está en manos de la Justicia.
Madrugada del pasado sábado. Una mujer es golpeada en plena calle, en el centro de Arrecife, por su pareja. Así lo aseguraron unos testigos presenciales, que decidieron llamar a la Policía Local. Cuando llegaron los agentes, la mujer ya estaba sola, sangrando y con "heridas de diversa consideración". Sin embargo, ella aseguró que se había caído y se negó a presentar una denuncia.
Desgraciadamente, no es la única. Como ella, muchísimas mujeres que sufren malos tratos se niegan a denunciar. Casi siempre, por puro miedo. Pone los pelos de punta sólo de pensarlo.
En ocasiones, las menos, es la propia Policía la que actúa de oficio y denuncia los hechos. En la isla, 51 procedimientos judiciales de los 380 que se abrieron en 2011 en Lanzarote por violencia de género no fueron denunciados por la víctima, sino por la policía. En este caso, ni siquiera eso, porque los agentes no presenciaron la agresión. El único que fue detenido esa noche fue el hermano del presunto maltratador, que apareció en escena mientras la policía estaba con la mujer. Según los agentes, la emprendió a golpes con ellos. Bonita pareja de hermanos, y terrible situación la de esa mujer, que ni siquiera se atrevió a denunciar.
Al menos, y aunque en este caso no haya servido de mucho, unas personas que presenciaron la paliza decidieron llamar a la policía. Y es que al igual que sucedió con ese niño que lloraba solo en casa de madrugada, con la violencia de género también es fundamental el papel de la sociedad.
Y no sólo desde la condena y la educación de las futuras generaciones, sino también desde la denuncia. Más vale hacer una llamada en vano, que escuchar gritos o golpes en la vivienda de al lado sin hacer nada, mientras una mujer puede estar siendo golpeada o incluso asesinada. La última, desgraciadamente, murió hace sólo unos días, en Fuerteventura. Sin duda, ésta sigue siendo la gran lacra de nuestra sociedad.
Ni siquiera la crisis, de la que se habla continuamente y que tantas familias ha destrozado y llevado a la miseria, es tan dramática como el hecho de pensar que hay miles de mujeres que pueden vivir esa situación a diario. Ellas y sus hijos, que muchas veces son también maltratados en esos hogares.
Lamentablemente, ante este tema, el Estado y las administraciones tampoco están dando la talla. Si es importante que la mujer afectada o alguien de su entorno presenten denuncias, más importante aún es que cuando se deciden a dar el paso, se sientan de verdad protegidas.
Sin embargo, la realidad es que en muchos de los crímenes que se siguen cometiendo en España, las víctimas son mujeres que habían denunciado. Incluso que tenían órdenes de alejamiento. Mientras no se consiga resolver eso, es imposible eliminar el miedo.
Sin embargo, lejos de destinar más esfuerzos y recursos a esta lacra, el Estado ha hecho llegar los recortes también a la protección de las víctimas de violencia de género. Concretamente, un 21,6 por ciento, según denunciaba esta semana la secretaria de Igualdad del PSOE en Canarias. Es decir, 6,4 millones de euros menos.
Si la crisis hubiera llegado en plena actividad de ETA, ¿se hubieran atrevido a retirar escoltas a las personas amenazadas? ¿O a destinar menos recursos a la lucha contra el terrorismo? La respuesta, probablemente, sea no. Y desde luego, hubiera sido un disparate que lo hicieran. Pero también es totalmente disparatado e inadmisible que no se destinen los suficientes recursos a un tema que en España ha causado muchísimas más muertes que el terrorismo.
Un total de 60 mujeres fueron asesinadas por sus parejas o ex parejas sólo el pasado año en España. Y contando desde 2003, cuando se empezaron a elaborar estadísticas, la cifra se dispara a 605 muertes. Como sociedad, deberíamos avergonzarnos. Primero, por supuesto, los que son capaces de cometer semejantes actos de barbarie y cobardía. Pero también los que lo ven y callan, los que sospechan y no hacen nada y, sobre todo, los que tienen en sus manos la capacidad de endurecer las leyes, de acelerar los procesos judiciales y de garantizar la protección a las víctimas, y no lo hacen.