EL LENGUAJE AMOROSO

"Hoy la tierra y los cielos me sonríen, hoy llega al fondo de mi alma el sol,hoy la he visto... La he visto y me ha mirado...¡Hoy creo en Dios!Gustavo Adolfo Bécquer. La poesía da a la ...

13 de febrero de 2006 (13:00 CET)

"Hoy la tierra y los cielos me sonríen,

hoy llega al fondo de mi alma el sol,

hoy la he visto... La he visto y me ha mirado...

¡Hoy creo en Dios!

Gustavo Adolfo Bécquer.

La poesía da a la vida una coloración sentimental. Contribuye así a la creación del campo magnético de la convivencia,con líneas de orientación que condicionan la tonalidad propicia de cada persona, los diversos escorzos, perspectivas, distancias, temperaturas.

Desde comienzos del siglo XX, la poesía se ha ido confinando en lo puramente estético; se produjo el fenómeno que se bautizó como la "deshumanización del arte". En España después de Zorrilla y Campoamor, no ha habido poetas populares. Ya Rubén Darío, a pesar de su genialidad y su fuerza expresiva, no lo fue, con la única excepción de unas cuantas poesías de fortuna excepcional y explicable. No son populares los poetas estrictamente españoles de la generación del 98; desde luego Unamuno no lo fue, ni poco ni mucho, pero tampoco los Machado. Ni los "del 27" , con muy limitadas excepciones (algo de Lorca, o de Alberti). Era poesía minoritaria, de muy alto valor, para intelectuales. Después, sólo para poetas, lectores y críticos de los demás. Y lo mismo sucede en otras lenguas.

Las generaciones últimas no saben versos de memoria, a diferencia de lo que había sucedido durante siglos. No llevan en su mente un repertorio de formas líricas. Las causas son varias; una, lacualidad de la poesía reciente, su frecuente tendencia a lo críptico, su elusión de las formas métricas y rítmicas que ayudan a la retención; otra, la presencia constante de la música constante, obsesiva, "ambiental". En los últimos tiempos se ha generalizado la "canción", con gran frecuencia reducida a una sola frase, repetida interminablemente, normalmente en medio del estruendo. La sumersión en esa música o en la orgiástica e irracional, sin palabras, sin significaciones, ha reemplazado a la poesía.

Esto encierra un peligro de escorbuto sentimental por carencia de "vitamina" lírica. Se podría pensar también que la predilección por los locales ensordecedores se debe a que en ellos hay una disculpa para no hablar, y se aprovecha para disimular la "inseguridad lingüística" que aqueja a tantos.

Todo esto tiene consecuencias decisivas para el lenguaje amoroso en la vida real. Tradicionalmente ha sido "estimulado" por la literatura; en diversas formas, ha tenido a la espalda los modelos de la poesía, el teatro o la novela. No es que se hablase como en estos géneros literarios, pero de ellos venía una inspiración, más o menos distante, a los que efectivamente hablaban, sin excluir a los que nunca habían leído a los autores influyentes, cuya recepción era indirecta. Eran modelos, pautas, modificadas por los diversos niveles sociales y en último término por la personalidad de los individuos.

Estos modelos literarios permitían la creación lingüística original, porque, salvo casos de genialidad, no parte de cero. Es dudoso, sin embargo, que el influjo sobre el lenguaje amoroso efectivo haya sido demasiado estimulante, porque en la misma literatura hay un descenso en la expresión del amor.

Al menos en España, pero se puede sospechar que es un fenómeno muy general, no hay un lenguaje amoroso vigente en nuestra época. Casi nadie se atrevería a escribir un diálogo amoroso con la pretensión de que reflejara realmente los usos de nuestra época. Si existe ese lenguaje, es minoritario, acaso singular, estrictamente personal, reducido a la propia experiencia. Seguramente cierto número de hombres y mujeres usan un lenguaje amoroso auténtico, pero creo que con conciencia más o menos explícita de que es algo "privado", que no se podría generalizar, que parecería extraño, inválido, inadecuado a los demás, en otros términos, que no es un uso. Y como dijo el poeta: " Es cuestión de palabras y, no obstante, / ni tú ni yo jamás, después de lo pasado, convendremos / en quién la culpa está".

Francisco Arias Solis

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