El falso ejemplar

Por Pedro San Ginés La actual situación socio-política que vivimos en Canarias y en Lanzarote, en particular, me sugiere invitarles a la lectura de los siguientes pasajes extractados del libro El Espectador, del genial filósofo y político, José ...

21 de enero de 2010 (11:43 CET)
Por Pedro San Ginés
La actual situación socio-política que vivimos en Canarias y en Lanzarote, en particular, me sugiere invitarles a la lectura de los siguientes pasajes extractados del libro El Espectador, del genial filósofo y político, José...

La actual situación socio-política que vivimos en Canarias y en Lanzarote, en particular, me sugiere invitarles a la lectura de los siguientes pasajes extractados del libro El Espectador, del genial filósofo y político, JoséOrtega y Gasset: "(?) Múltiples datos, sobre todo etnológicos, fuerzan a pensar que la sociedad nace de la atracción superior que uno o varios individuos ejercen sobre otros. La superioridad, la excelencia de cierto individuo produce en otros, automáticamente, un impulso de adhesión, de secuacidad (?). Si hay que hablar de instinto, diríamos que el instinto social consiste concretamente en un impulso de docilidad que unos hombres sientenhacia otros en algún sentido ejemplar. Esa relación dinámica entre el hombre ejemplar y el anhelo de seguirle, de conformarse a él, que actúa en los demás, aparece en todas las sociedades, desde las más toscas y primigenias hasta las más elevadas y como desmaterializadas (?).

Pensando de esta manera, ha de parecerme forzosamente que cuando un hombre llega a ser ejemplar, en algo alcanza lo más alto que al hombre le es permitido. Pero toda esa potencia del hombre trae consigo un vicio en que aquélla se desvirtúa y falsifica. Frente a la auténtica ejemplaridad, hay una ejemplaridad ficticia e inane.

Una y otra se diferencian, por lo pronto, en que el hombre verdaderamente ejemplar no se propone nunca serlo (?). En "El falso ejemplar", la trayectoria ejemplar es de dirección opuesta. Se propone directamente ser ejemplar; en qué y cómo es cuestión secundaria que luego procurará resolver. No le interesa labor alguna determinada; no siente en nada apetito de perfección. Lo que le atrae, lo que ambiciona es ese efecto social de la perfección ?la ejemplaridad- (?). No quiere, en rigor, ser nada en sí mismo. Quiere ser para los demás, en los ojos ajenos, la norma y el modelo (?) sin advertir la contradicción que en ese propósito hay (...). De aquí otra diferencia radical entre ambas suertes de ejemplaridad. El buen ejemplar no puede serlo si no es fecundo, creador de algo. El mal ejemplar no crea nada positivo y valioso. No es verdaderamente hábil, ni sabio, ni siquiera bueno. El que se propone ser bueno a los ojos de los demás no lo es en verdad (...), porque el propósito de ser ejemplar es, en su esencia misma, una inmoralidad.

La esterilidad del falso ejemplar es consecuencia inevitable de su propósito. Como no se siente originalmente arrastrado hacia ninguna labor positiva ni goza de aptitud especial para ellas, tenderá a subrayar más en su vida la perfección en el no hacer que en el hacer.

El falso ejemplar (?), padece un temperamento radicalmente vanidoso que todo lo hace en vista de los demás, o lo que es peor, convirtiéndose, al modo de Narciso, en espectador de sí mismo (?). Al viajar preferiría la tercera clase, pero no por razones positivas ?falta de medios, deseo de observar las clases inferiores?, sino precisamente para "no ir en primera".

Esta propensión a dar importancia a las cosas que no la tienen, es un síntoma inequívoco de falsa ejemplaridad (?), y es que el falso ejemplar tiene que comenzar por dar importancia a lo que no lo tiene, a fin de ser en algo ejemplar. Y como es más fácil no hacer que hacer, su heroísmo se compondrá, sobre todo, de renuncias y abstenciones (?).

Dondequiera, la plebe ha sentido mágico respeto hacia esos hombres extraños que se abstienen, los "santones". Las clases más robustas, en cambio, los han despreciado siempre y no preguntan nunca, para estimar a un hombre, qué es lo que no hace, sino al revés, qué hace (?).

El hombre perfecto en algo, siente la fruición de faltar alguna vez a sus propias normas y caer, por decirlo así, en pecado. La norma de perfección pues, vale simplemente como la meta para la carrera. Lo importante es correr hacia ella, y el que no la alcanza no queda por ello, ni muerto ni deshonrado".

Hasta aquí el extracto de El falso ejemplar de José Ortega y Gasset, por el que pido disculpas de antemano al lector y al autor, por el atrevimiento de la anterior transcripción extractada con ligerísimas adaptaciones de su redacción original en 1916.

No se ustedes, pero yo, como el autor, también he conocido a algunos de esos hombres "ejemplares", y si bien el más ejemplar ya no se encuentra por estas latitudes en las que nunca quiso estar, por desgracia nos dejó con sus actitudes algún que otro mal aprendiz de "falso ejemplar" demasiado cerca. De las palabras del maestro me quedo con que casi ninguno tenemos, en verdad, nada de ejemplares; al menos yo no lo tengo, con la enseñanza de que no es loable siquiera tener el propósito en sí mismo de serlo, con la tranquilidad interior de que no pasa nada por pecar con imprevisible frecuencia, y con la certeza de que es del todo humano hacerlo sin flagelarnos por ello.

De su mensaje resumo que en todos los órdenes de la vida y en todas las actividades, profesiones u ocupaciones -incluido el ejercicio de a la activad política a la que algunos nos dedicamos- uno debe aspirar a ser honesto en primer e irrenunciable lugar consigo mismo, porque sólo desde ese pilar tendremos una oportunidad de construir algo positivo y estar a la altura de lo que de nosotros se espera y exige, de regenerar la acción política en las instituciones, de recuperar un mínimo de respeto, de reclamar derecho a reafirmar la dignidad de quienes nos dedicamos al "servicio público", y lo que a la postre debe ser lo más importante más allá del individuo, el respeto hacia a las instituciones por parte de quienes debieran sentirse representados en ellas, en lugar de despreciados y repudiantes por y de ellas; los pocos ciudadanos que se animaron a ponernos allí, y los menos que acudirán a cambiarnos si no le ponemos remedio.

Ojalá que, en alguna medida, seamos capaces de conseguirlo gobiernos, oposiciones, medios de comunicación, trabajadores, desempleados, opinantes y opinados; claro que en ese propósito aún falta mucha actitud y sobran algunos "falsos ejemplares".

*Pedro San Ginés Gutiérrez, presidente del Cabildo de Lanzarote

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