"Y pare usted de contar
que en estas cuentas a España
no toca sino el llorar."
Rafael Alberti.
Se puede decir que la situación actual está caracterizada por una alarma social en la que todos tenemos algo que ver. "Para que triunfe el mal -decía Edmund Burke-es necesario que la gente decente no haga nada".
Este año entrará en la historia como unaño negro. Está siendo un año cargado de grandes dosis de escándalo derivadas de la corrupción y del fraude. Un año que, mal que nos pese, será recordado como "el año de la corrupción ". Un año en que las denuncias, publicaciones y revelaciones de escándalos están a la orden del día y los ciudadanos, de una y otra forma, han sentido de cerca la angustia y la rabia, y, a la vez, la desconfianza hacia sus administradores -públicos y privados-, cuyos nombres propios acaparanlas noticiasy los titulares de los medios de comunicación durante muchos días y, en todos los casos, con la misma cuestión de fondo. ¿qué será lo próximo?; ¿quién será el próximo?
Los protagonistas del año, están al frente de instituciones fundamentales, con responsabilidades públicas o privadas de gran calado. Y la alarma social ha llegado a su cota más alta porque, además, económicamente hablando, se nos pide , una vez más, sudor y lágrimas, para poder adquirir una vivienda.
Es norma habitual que, en buena parte del mundo, se niegue que la corrupción existe, a pesar de que estamos viendo, que en cierto ambientes ésta se manifiesta de forma generalizada. Ningún país será capaz de reconocer semejante epidemia, porque su aceptación implica la incapacidad para establecer un control sobre una situación propiciada. Esta situación, esta epidemia, esta afloración de la corrupción, bien podría ser el resultado de la cultura del pelotazo, mantenida durante los años ochenta, en los que el dinero se convirtió en el amo de todo y de todos y en la única referencia de éxito.
"El fin corona la obra", dice el adagio latino, y si en España y en nuestro entorno más cercano se ha afincado la llamada cultura del pelotazo y, como consecuencia, propiciado y tolerado la corrupción, este es el final lógico. Así en zonasde nuestro entorno los juecesestán cobrando un protagonismo inusitado. Pero no hay que olvidar que todos, administradores y administrados, políticos y financieros, trabajadores y empresarios, en definitiva, ciudadanos en general, tenemos algo que ver con esto.
Es hora de reflexionar y de actuar contundentemente. Es hora no sólo de revelaciones, denuncias , dramatizaciones y procesamientos. Es hora de hacer algo, algo serio, y, sobre todo, de hacer un ejercicio de conducta social sincera y transparente. Alos administradores corruptos habrá que recordarles, lo que dijo el poeta: "Siempre dices que te vas / pero no te vas de veras. / ¡Ojalá una vez te fueras / y no lo dijeras más!".
Francisco Arias Solis