Una vez más el salón de plenos del ayuntamiento de Arrecife se vuelve a convertir en el mayor teatro de la isla, el otro, el Insular; sabe Dios cuándo verá sus puertas abiertas al público y pongo teatro, que no ...
Una vez más el salón de plenos del ayuntamiento de Arrecife se vuelve a convertir en el mayor teatro de la isla, el otro, el Insular; sabe Dios cuándo verá sus puertas abiertas al público y pongo teatro, que no circo, por respeto al público asistente a la sesión.
D. Cándido Reguera, el alcalde, certifica que lo que ocurre en los plenos no sirve para nada; él es más fino y lo define como un brindis al sol y esa es la impresión que cada día tienen más vecinos de la capital -mucho hablan pero poco trabajan.
El pleno de este último lunes fue de lo más absurdo: un alcalde esperando por dos imputados para que le ayudaran a llevar el bastón de mando y una oposición rezando para que una concejal no encontrara aparcamiento y el público como si estuviera en el circo contemplando a los leones.
Es en este tipo de sesiones donde se ve de qué pasta están hechos nuestros representantes, ya que es en estas situaciones, donde el grupo de gobierno está en minoría, donde salen a relucir todos los rencores guardados para mejor ocasión, se aprovecha para entrar en terrenos fangosos y la lengua se desata ante tanta incertidumbre; conocer los resultados de las votaciones en cada punto del orden del día se convierte en una película de suspense.
Orden del día que generalmente viene diseñado por peticiones de la minoría-mayoría de la oposición valiéndose de que el grupo de gobierno se encuentra en dificultades para conseguir la mayoría necesaria para imponer su criterio.
Los ánimos se desbocan a cada momento y algunos llegan a equivocarse en sus planteamientos llegando incluso ¡a decir la verdad! tal como le ocurriera a D. Pedro de Armas, cuando acusó a Alternativa Ciudadana de ser estos los que estaban buscando dar el pelotazo y eso D. Pedro, yo que soy de AC, reconozco que es cierto, estamos buscando dar el pelotazo, pero en toda la frente a más de uno. Esos pelotazos que cuando chinijos jugando a la pelota te daban en la frente y te dejaban con el culo en el suelo.
D. Pedro de Armas estuvo sembrado, se ve que AC le sacó de sus casillas, queriendo poner chanza y con doble sentido, cuando D. Andrés Barreto le pidió que se preparara, insinuó que le temblaban las manos, y fue en ese mágico momento, con sólo cuatro letras donde condensó toda la historia de la corrupción en Lanzarote: aquí a nadie le ha temblado la mano.
No le tembló la mano a su compañero de filas, D. José Francisco Reyes, a la hora de firmar licencias ilegales.
No le tembló la mano a D. José Juan Cruz, a la hora de mandar derribar la casa de un trabajador para que se pudiera construir un campo de golf ilegal.
No le tembló la mano a D. Enrique Pérez Parrilla, en el momento de poner en manos de un partido dirigido desde prisión el futuro de la ciudad, sólo por el ego de ser alcalde.
No le tembló la mano a D. Dimas Martín en el instante que contó con el apoyo popular para hacer de esta isla un estercolero político.
No le ha temblado las manos a tantos y tantos que se han creído que por que el pueblo les vote pueden hacer lo que les venga en gana. También hay mas manos que no tiemblan a la hora de ponerla y llevarse su tajada, en este apartado todos conoceremos alguno.
Seis largas horas de pleno para que cuando un alcalde, si puede o se lo permitan, obtenga la mayoría vuelva a tirar por tierra todo el trabajo, tiempo y dinero que supone la puesta en marcha de una actuación de un pleno municipal, que es según ley, donde se rigen los destino municipales, aunque si este es el ejemplo de dirección, mejor vivir en la anarquía, por lo menos no tendremos que pagar a representantes públicos que como el alcalde D. Cándido reconocen que lo que hacen no sirve para nada.
Y una recomendación: en caso de que lo aprobado ese lunes se vuelva atrás, que todos y cada uno de los que cobraron por asistir al pleno, devuelvan el dinero a las arcas públicas. No se puede cobrar por no hacer nada o peor aún, cobrar por hacerle perder el tiempo a los vecinos.