Mejorar la educación sin gastar más dinero

Diego Arrebola Gómez
8 de noviembre de 2013 (13:18 CET)

Soy maestro jubilado en el presente curso escolar tras 36 años de docencia. Quisiera dejar constancia de algunas de mis reflexiones sobre la educación basadas únicamente en mi experiencia.

Hoy está de actualidad el debate sobre la educación por estar tramitándose la LOMCE (Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa) que se empezará a aplicar el próximo curso. Voy a dar algunas pinceladas de cómo creo que se puede mejorar la educación, sin gastar más dinero y haciendo sólo cambios que considero de sentido común.

Para empezar hablaré de las leyes de educación. Para mí tienen que cumplir dos condiciones mínimas para que sean eficaces:

  • Tienen que ser técnicas y no ideologizadas (y eso se puede hacer si se quisiera). No pueden ser armas arrojadizas contra el otro.
  • Tienen que ser consensuadas, como mínimo con el suficiente apoyo para que los cambios de gobierno garanticen su continuidad. La educación es una cuestión de estado.  De esta manera se podría trabajar a corto y medio plazo y no con la inseguridad que crea la escasa duración.

El profesorado es pieza clave y tiene que ser de excelente calidad. Ningún sistema educativo puede ser superior a la calidad de su profesorado. (Esto lo dice el informe PISA pero es de pura lógica).

Para ello hacen falta dos cosas:

  • Equipos directivos competentes pedagógicamente que motiven, animen,  que sean vanguardia en la innovación, en la actualización permanente, en el trabajo. En definitiva, que su ejemplo arrastre a toda la comunidad educativa. El equipo directivo no puede tener solo un carácter administrativo. Si para ello hay que volver al cuerpo de directores se vuelve,  porque posiblemente se sea más eficaz que como se está ahora. Esto no lo va a resolver los directores nombrados a dedo.
  • El profesorado tiene que estar formado por los buenos. No puede haber buenos, regulares y malos. Para ello hay que cambiar el sistema de acceso y permanencia en la profesión. Este solo puede ganarse con el trabajo continuo bien hecho y con la actualización e innovación permanente que ha de ser obligatoria y no voluntaria, evaluable y con seguimiento de que se aplica. Su sueldo ha de ir en relación a su mérito, arbitrando un sistema que le motive a mejorar y no que el aumento de sueldo sea sólo una cuestión de paso de trienios.

La inspección ha de tener un carácter pedagógico y no casi exclusivamente administrativo como, en mi opinión, sucede ahora. Si para ello hay que aumentar la dotación de inspectores se debería hacer pues redundaría en mejora.

En las aulas tiene que haber un clima de respeto. El respeto no hay que confundirlo con la disciplina, ni con imposición de autoridad. El respeto es un clima que tiene que ganarse el profesorado con su actuación de profesional competente y el sistema educativo cuando éste sea valorado convenientemente por alumnado, padres y sociedad en su conjunto.

El currículo (temario) tiene que experimentar un cambio significativo. Hay que hacer un gran expurgo eliminando lo inútil y llenándolo de contenidos útiles, actuales y motivadores. El currículo es la principal fuente de motivación y su elección lleva implícita una filosofía de la educación.

Hay que crear una escuela de padres para que tomen conciencia de la importancia de la educación, se fomente su participación, conozcan a fondo los cambios actuales, y sean conscientes del valor de su papel de refuerzo, no de sustitución, de la labor de la escuela. Muchos padres hacen lo que creen que es mejor con toda su buena voluntad, pero no siempre sus esfuerzos van en la dirección adecuada.

Quiero acabar con una reflexión. Lo que nos distingue como seres humanos y nos hace superiores es la inteligencia. Afortunadamente esta no entiende de sexos, colores de piel o clases sociales. Está repartida aleatoriamente. Un sistema educativo que de verdad quiera aprovechar toda la inteligencia de la que goza ese país, tiene que arbitrar las medidas para que ello se consiga. Pero no pensando que esa inteligencia funcione en una dirección determinada, sino que sea capaz de reflexionar y tras la reflexión actúe, aceptando lo que hay o cree, proponga, descubra, modifique, invente… En definitiva, transforme este mundo,  porque a poco que haga, seguro que saldremos ganando.

 

 

*Diego Arrebola Gómez, mestro jubilado en el presente curso tras 36 años de docencia.

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