por ANTONIO GUERRA
Nuestras islas, y mucho más las orientales, han sido testigos en estos años pasados, y todavía en la actualidad, de una avalancha de inmigrantes, que por la descolonización lamentable de esos pueblos africanos por los "padres europeos", tan civilizados ellos, fueron despojados durante largo tiempo de todas sus riquezas naturales, morales y hasta religiosas con total descaro y complacencia del resto del mundo occidental.
Hecho político y social despreciable y depredador que ha llevado a ese inmenso mundo subsahariano a ser víctima de grandes hambrunas y duras luchas tribales. A lo que hay que añadir las miles de víctimas que de forma violenta han sufrido en sus carnes, sólo por el hecho de no tener la piel blanca, azotes de todo tipo por parte de los racistas colonizadores del África negra. Por cierto. Especie xenófoba se está instalando en muchos sectores de nuestras islas y no solo por gentes de poca instrucción intelectual, sino hasta en personas de patente formación cultural como periodistas, profesores y políticos locales y nacionales.
Viene todo esto a cuento por los acontecimientos que por desgracia están sucediendo en la vecina Francia. Nación que desde siempre ha acogido a los inmigrantes con total cordialidad y cuya población foránea se puede contar por millones de personas de todos los colores, gustos y religiones.
Aunque, como es evidente, una parte de la misma por falta de trabajo o por las nuevas formas imperantes de vida, llenas de violencia, para buscarse la vida, han pasado al ataque de forma feroz contra el establisment, pagando de esa forma el Estado, en forma de graves incidentes callejeros, el no intentar a su tiempo integrar con distintas políticas sociales y laborales a esa población en el común de la sociedad.
También sabemos, pues no somos bobos, que muchas de estas comunidades eran al principio totalmente reacias a la total integración social, pero estamos hablando de nuevas generaciones de jóvenes que no tienen nada que ver con sus padres y abuelos, criadas y educadas en ambientes europeos y democráticos, y que por las circunstancias que hemos señalado y muchas más, se han puesto en pie de guerra contra el sistema que de forma irracional los ha encerrado en barrios y suburbios de la periferia como apestados, y donde campan a sus anchas sin orden ni control.
No queremos alarmar a nadie, pero "cuando veas las barbas de tu vecino quemar pon las tuyas a remojar", dice el refrán. Es necesario crear en nuestras islas, con sabiduría y medios, un ambiente de confraternidad e integración para los buenos y honrados inmigrantes que están consolidados entre nosotros para que las cosas vayan bien. Medidas éstas que no nos hagan caer en esas lamentables circunstancias que está viviendo por desgracia el país vecino. Para ello es necesario acercar, con buena fe y tino, a las buenas gentes que por desgracia han tenido que salir de su tierra (como los canarios hicimos en su día) al trabajo, la educación y la responsabilidad, sin crear barrios marginales ni guetos cerrados donde algunas personas desesperadas con la ayuda inestimable de pandillas violentas de gentes de nuestra tierra, que haberlas las hay, puedan causar cualquier día un disgusto irreparable a los ciudadanos.
Esperemos, como es lógico, que eso nunca ocurra. Pero el que avisa no es traidor, es, simplemente, avisador.