La travesía de Paco Curbelo

2 de febrero de 2016 (12:59 CET)

A Paco Curbelo le sale el arte por los poros de las manos. Cincela el mar para hacer de las olas una escultura. Porque es marino. Y los marineros en tierra sueñan con aplomo lo que les falta: la maresía, la sal que invade cada rincón de su vida. No sólo lo decía Alberti, lo confirman cada una de las piezas que se muestran en una exposición en la Escuela de Arte Pancho Lasso dedicada a su trayectoria artística y que estará abierta hasta el próximo 19 de febrero, día en que nuestro escultor dejará su faceta como docente tras más de 30 años dedicado en cuerpo y alma –sobre todo esto último- a sus alumnos.

Recorrer esta ‘Travesía’ (así se llama la exposición) es acercarse a la forma pura de la piedra, del material voluble. De ver con tenacidad lo que sus experimentadas manos son capaces de crear. Al fin y al cabo, ¿qué es la escultura sino dar forma y vida a la materia inerte? Paco lo sabe. Lo supo en cada escultura pública que ha hecho y que son como hitos en una imaginaria ruta escultórica por la negra tierra de Lanzarote. Si yermo es el terreno, cada obra de nuestro artista es como un girasol que va buscando su espacio mientras el sol va tapándose la cara tras las montañas buscando dormir en el mar, en su mar. Aquel que parece un velero, su velero. Aquel cuyas formas, limpias, rectas, otras veces informes, juegan a configurar un imaginario de la tierra que ya no es sólo marca de la casa, es la firma del artista, como otros tantos grandes que nacieron en esta isla. Como Paco. Como Pancho.

Formarse entre Barcelona y La Laguna tiene su premio. Hacerlo en pintura y escultura, también. La textura del pigmento, la textura de la materia. Dos elementos del arte unidos para siempre entre unas manos severas –ahora sí esculpidas- por las líneas de una vida dedicada a dar rienda suelta a ser, por qué no decirlo, un jardinero de la piedra, un cincelador de la madera y el hierro. Ver crecer una obra es como hacerlo con un niño: es alegría, es esperanza, es una línea más a unir a un ceño fruncido por el mar (otra vez su mar). Pero también por el viento que gravita entre las más de quince obras expuestas en la Pancho Lasso.

Esta travesía vital de Paco Curbelo tiene vocación de continuación. Se nos va el docente, permanece el artista. Tenemos una oportunidad única de ver la obra más íntima del escultor: pequeño formato, bocetos, herramientas… Si algo debe ser satisfactorio cuando un docente se jubila es tener el cariño y la admiración de generaciones de alumnos. Pero también de sus compañeros. Y ahí siempre nos tendrá. Porque de él aprendemos cada día a ver en lo que se esconde en el corazón de la materia. Y también en el corazón del mar.  De su mar.

 

*Pablo Jerez, profesor de Historia del Arte de la Escuela Pancho Lasso.

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