Violencia contra la mujer: extranjeros, españoles y el factor cultural.

Alejandro Pérez Opray
25 de agosto de 2019 (11:12 CET)

Uno de los temas políticos más relevantes en nuestra sociedad es el de la violencia machista, sus diversas formas de expresión y el origen de ese comportamiento tan reprobable. No son pocos los casos de agresiones sexuales, violaciones en grupo, asesinatos machistas y violencia de género que vivimos últimamente. Tampoco son pocos los argumentos racistas utilizados por unos para culpabilizar expresamente a los inmigrantes, a los extranjeros. Ni tampoco son menos los argumentos en defensa de la inmigración desde una supuesta "superioridad moral" que se han otorgado algunos. Así, para evitar la influencia de uno y otro discurso, voy a exponer y explicar los datos extraídos del Instituto Nacional de Estadística (INE) y del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), en el período comprendido entre 2013 y 2018.

Según datos del INE, para este período la población de hombres adultos estaba formada por un 89,74% de españoles (16,665,096 habitantes) y un 10,26% de extranjeros (1,905,109 habitantes). En el mismo período, el promedio de denuncias por violencia de género con aplicación de medidas cautelares (Las medidas cautelares son un instrumento del Derecho Procesal Penal que permite asegurar el cumplimiento de la ley, mediante prisión provisional y la protección de las Víctimas de Violencia Doméstica o Protección Integral contra la Violencia de Género) fue de 19.121 para los españoles y 9.213 para los extranjeros (se entiende extranjeros como todo aquel emigrante no nacionalizado y residente en España). Mirando lo datos brutos, podríamos decir que los discursos xenófobos de partidos como VOX son falsos. Pero, si analizamos los datos brutos y extraemos la tasa media (proporción entre dos datos) de denunciados por cada 10.000 hombres adultos durante el mismo período, vemos que para los españoles fue de 11.47 y para los extranjeros de 48.65 (4 veces más denuncias contra extranjeros). Así, según los datos del INE, se producen más denuncias de violencia de género con aplicación de medidas cautelares contra extranjeros que contra españoles en proporción a su población masculina; y, mientras estas denuncias aumentan para los extranjeros en el período analizado, para los españoles se mantienen relativamente estables. A pesar de esto, no todas las denuncias prosperan.

Según el CGPJ, la tasa media de los hombres juzgados por violencia sobre la mujer (JVM) por cada 10.000 hombres adultos es de 8.85 para los españoles y de 24.52 para los extranjeros. Lo que supone 3 veces más en el caso de los extranjeros en comparación con los españoles. De nuevo, de media los extranjeros son más propensos a ser juzgados en comparación a los españoles. Para el período analizado, el porcentaje de enjuiciados por grupo aumenta para los extranjeros, mientras que para los españoles se mantiene estable.

Pero, juzgados no significa condenados. En este caso, y según datos del CGPJ, la tasa media por cada 10.000 hombres adultos condenados es del 6.86 para los españoles y de 21.28 para los extranjeros. De nuevo los extranjeros son condenados más veces que los españoles. Unas 3,2 veces más.

Ahora, si recurrimos a delitos contra la libertad sexual (violaciones, agresiones sexuales, etc.), podemos observar la misma tendencia según datos del INE, siendo la tasa media de 1.20 para los españoles y de 3.26 para los extranjeros. Casi 3 veces más para los extranjeros.

Aunque los datos en bruto nos proporcionan un argumento simple, que los españoles son denunciados, acusados y condenados en mayor cantidad que los extranjeros, la realidad deja de ser simple cuando se analizan con más profundidad. Es innegable que, proporcionalmente a la cantidad de adultos, los extranjeros superan a los españoles en todos los aspectos.

Para que se hagan una idea, si aplicamos a la población de hombres españoles la tasa media de extranjeros condenados por delitos contra la libertad sexual, pasaríamos de 2.001 condenas de promedio, a 6.523 (los extranjeros tienen de promedio 623 condenas). Es decir, 4.500 casos más. Si volvemos a los datos del punto 1, es imposible negar que la tasa de condenas para extranjeros resulta inquietante dado que la población adulta de los mismos solo representa el 10% del total de la población masculina adulta.

Pero ¿por qué tanta diferencia entre uno y otro colectivo? ¿Cuáles son las razones de peso que llevan a esta situación?

La respuesta está en el factor cultural. En sí, y a grosso modo, la cultura son las costumbres y actitudes que adquirimos en nuestro entorno social primario y secundario. Es decir, a través de nuestra familia y la sociedad que nos rodea. Al mismo tiempo la cultura define los valores por los que nos regimos y que son traducidos a leyes que, a su vez, determinan la convivencia entre los individuos de una comunidad. Así, culturas modernas y antiguas tienen costumbres reguladas que, a nosotros, nos pueden parecer extrañas. Por otro lado, muchas costumbres culturales se han ido eliminando o forjando en la sociedad mediante una regulación determinada para luego ser ampliamente rechazadas o aceptadas. Por ejemplo, el voto femenino o los castigos por maltratos en el hogar.

No todas las culturas evolucionan a la misma velocidad, ni tampoco abandonan comportamientos retrógrados y carentes de sentido al mismo tiempo que adoptan ciertas ideas y valores sociales. Bajo esta lógica podemos entender la diferencia en datos entre "españoles" y "extranjeros". Es más, como prueba empírica tenemos los datos del Observatorio de Igualdad de Género para América Latina y Caribe, en donde España está en los puestos más bajos mientras países como Argentina, Brasil, Ecuador, Venezuela o Perú nos superan tanto en número absoluto como en tasa. Y lo mismo pasa con extranjeros procedentes del continente africano.

Hay quien opina que este problema se puede solucionar con medidas y herramientas de integración y educación. Cierto, en parte. Aunque la educación es el mecanismo más importante para eliminar comportamientos reprobables, esta debe ir acompañada de otras medidas además de la integración. Tampoco significa que estos procedimientos funcionen siempre con los adultos o menores extranjeros, con costumbres e ideas ya inherentes en su comportamiento. Si es difícil modificar la conducta de aquellos nacidos en España y educados en nuestra sociedad, ¿cómo pretender cambiar a los que han vivido siempre con otras ideas, valores y costumbres tanto a nivel familiar como social? Es casi imposible, por no decir descabellado.

Un extranjero que migra suele hacerlo en busca de una vida mejor. Es lo que siempre se dice. Lo que no se dice es que puede que no lo haga por nuestras ideas o nuestros valores. No todos los extranjeros comparten nuestra visión de la sociedad a pesar de querer formar parte de ella.

En definitiva, no se trata de racismo si afirmamos que los extranjeros inmigrantes, legales o no, tienen una incidencia mayor que los españoles en los delitos contra las mujeres. Se trata de un hecho objetivo innegable. Tampoco significa que la inmigración sea un problema per se. La base de todo está en la omisión que se hace de un factor que rodea a todo comportamiento humano, el cultural. Negarlo es favorecer un aumento de los delitos contra las mujeres y de los argumentos racistas, mientras que aceptarlo significa afrontar el problema desde su base al mismo tiempo que se silencian esas voces anacrónicas y excluyentes. Pero ¿quién se atreve ahora a cambiar el discurso político?

Alejandro Pérez O`Pray Ciencias Políticas y de la Administración por la UNED.

Alejandro Pérez O`Pray Ciencias Políticas y de la Administración por la UNED.

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