EL TEXTO NO PUEDE SUPERAR LAS 100 PALABRAS Y DEBE HACER REFERENCIA A LA RADIO

Casi 30 nuevas historias se suman al Concurso de Microrrelatos de Radio Lanzarote

El plazo para participar en el certamen concluirá el próximo 31 de agosto. Este año, rinde homenaje al escritor Rafael Arozarena.

18 de agosto de 2017 (13:43 CET)
Casi 30 nuevas historias se suman al Concurso de Microrrelatos de Radio Lanzarote
Casi 30 nuevas historias se suman al Concurso de Microrrelatos de Radio Lanzarote

El concurso de microrrelatos convocado por Radio Lanzarote sigue recibiendo nuevos cuentos, en la que está siendo su edición más participativa. En total, la pasada semana se incorporaron casi 30 relatos. Cabe recordar que el plazo para participar en el certamen concluirá el próximo 31 de agosto y que este año rinde homenaje al escritor Rafael Arozarena.

Por ello, la propuesta es construir un relato que suponga una continuación a las palabras finales de la novela "Mararía", que dicen así: "En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros..."

Como en ediciones anteriores, la radio deberá formar parte de la historia y la extensión máxima de los relatos tendrá que ser de 100 palabras, incluido el título en el caso de que lo lleve. Cada autor podrá enviar hasta un máximo de cinco relatos, que podrá firmar con pseudónimo, aunque deberá indicar siempre un nombre y un teléfono de contacto.

Las propuestas literarias serán publicadas de forma semanal, si cumplen con los requisitos, en La Voz de Lanzarote. Quienes lo deseen podrán enviar sus obras a la dirección concursorelatos@lanzarotemedia.net, indicando en el asunto del email: Concurso de Microrrelatos 2017. 

A continuación, pueden leer los microrrelatos recibidos la pasada semana:

 

Otra historia de piratas 


En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros que se acercaban por el mar amenazantes; mezclándose, fundiéndose entre la bruma; tambores que tañían a lo lejos una melodía oscura como la noche; bandera roja como el alba, como la sangre... Nos atacan, se acercan impetuosos deslizándose sobre las olas, partiendo el mar, abriéndose camino con la promesa de arrebatarnos todo lo que amamos para después obligarnos a agonizar en silencio... entonces melancólica apagué mi radio…

 

Dentelladas


Y llegue a creer que los muertos flotaban. 

Olía distinto. Me tocaba y no la sentía ¿No quedaba sitio en el infierno? Debía cerrar los ojos y tenía miedo a abrirlos. 

Escuché las dos; A mi cuerpo le gustaban sus caricias asquerosas ¡Era débil, sentía un punzón en la nuca!

Las tres. Era el demonio, ¿quería volverme loco?

Las siete; amaneció. Se aproximó a mí pálida y floja. 

Ocho campanadas en la radio. Comprendí tarde su secreto de hemofilia. 

A pesar de infiltrarme en ella no la pude resucitar. 

¿Por el sabor agridulce de la sangre, quizá?

 

Embrujo


Mientras la vi detrás de mí, en la callejuela estrecha y abandonada. Dijo vivir allí. Extraño, parecía exterminada y sin vecinos. 

Callé. Mis sentidos a veces se dispersan.

Lucía maquillaje gótico cargado de misterio y oscuridad. Su pelo irradiaba extraños tonos morados. 

Su apariencia, más impactante de lo común, provendría de un lugar alejado, casi secreto, lo presentí. Debía estar alerta, no quedarme quieto.

La desee, quien quiera que fuera, e intenté introducirme en ella; bailábamos canciones de la radio sin bajar los pies al suelo.

A las once me declaré abrazado a su cuello mordisqueado por otros. 

 

Genuflexión


Cuando soñaba dar la vuelta al mundo. Y no quería escapar de esa idea. –Ganarás la luz- comentó la radio mientras tanto. Era lo que iba a hacer antes que otros me mostraran caminos en los que no había nada que descifrar. 

Por eso, comencé a huir por Atocha, para que su cuerpo, único e irreemplazable no volviera a dibujar el signo de la desigualdad en el mío desnudo. Parar allí hubiera sido un sueño, quizá el segundo y mejor de todos. Pero me parecía absurdo renunciar en los primeros compases de mi vida y humillar a mi amante.

 

Bocas


Y a pesar de eso no me marqué fronteras ni a lo ancho ni a lo estrecho. Ni desprecie el brillo ni el cielo redondo. No marqué distancias al alba ni puse un pie a mi esperanza derrotada. Pero cuando hablaba la radio me faltaban notas, me quedaba mudo y ablandadas las manos y la risa sostenida acababa en llanto; hasta aquella tarde equivocada, y bien entrada la noche, que caminé hacia atrás por las calles y me imaginé viviendo sola sin prestarle oído a los sentimientos internamente unidos que gritaban . 

Todos los que me vieron se reían. 

 

Sin Título


En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros como su alma.

Sonó en la radio otra vez esa repetitiva canción, una de tantas del verano. Pero lo que no volvió a ser nunca igual fue su corazón. Y allí estaba ella escuchando aquella canción, aquella que había podido ser su canción, la de los dos, ella que abrió su corazón coraza. Abrió su corazón a sabiendas que no iba a ningún lugar. Y allí quedo ella y su corazón escuchando aquella repetitiva canción. 

 

Sin Título 


Y en su cabeza, siniestros pensamientos revoloteaban en su mente. Puso la radio, no podía soportar el silencio. Un silencio que gritaba funestos presentimientos. Se relajó. Los pájaros se alejaban. Su mente se aclaraba. Lo haría… 

 

Ni los restos


En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros que ofuscaban mi respiración; el corazón me latía desbocado mientras que mis pies ardían febriles, sentí un croar cerca de mí, los ojos huidizos, acorralados ante lo desconocido buscaban el proceder de aquel ruido que me salpicó de un crepitar liquido rojo, asqueado me puse a vomitar al ver que mi corazón corría pradera abajo dejando un surco de sangre negra, cuajada de gusanos, y me arrodille ante el negro aletear, deshaciéndome en pútridas chacinas, mientras un hilo musical de alguna radio cercana ponía banda sonora a mi muerte.

 

Cómplices


En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos;  unos pájaros grandes  que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros que fueron testigos mudos de las confidencias entre aquellas dos mujeres. Oídos sordos de relatos de luces y de sombras marcados por tantas noches de insomnio, en las que la radio fue la única compañera. Historias de principios y finales; de caminos en los que dudaron si continuar de frente por lo que ya conocían y, por tanto, más cómodo o si giraban en el siguiente cruce y se abrían al cambio, a la vida.

 

Supervivencia


Nuestro secreto siempre fue sentirnos cerca a pesar de la distancia. Mirar la luna a la par ,escuchar la misma canción, coger la camiseta del otro para olerla, rituales que tenían el poder de evocar nuestra ilusoria presencia.

Hoy no hay nadie al otro lado de la luna, la radio o el olor que aún desprende su camiseta.

Ayer dejaron de brillar sus ojos para perderse en el infinito de los míos y hoy he aprendido a sobrevivir al dolor poniendo en práctica nuestro secreto en su absoluta ausencia.

 

Por los siglos de los siglos 


En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros.

Con ellos, el sentimiento de victoria fue disipándose, y todos los presentes comprendieron que eternamente el Mal habitaría la isla.

Volvieron a la taberna de siempre, se sentaron, y comenzaron a beber lentamente, mientras, en la vieja y negra radio, sonaba "folias a una madre". Se miraron, y sin otra cosa que hacer, subieron el volumen, sacaron la baraja y empezaron a repartir. 

¡Buena suerte!

 

Sin Título


"En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros…Fin de Mararía, novela de Rafael Arozarena..." Había escuchado Irene a través de la radio, capítulo a capítulo, cada sobremesa, al tiempo que recogía la cocina.

Miró al cielo encapotado mientras suspiraba y el graznido de las gaviotas la sacaron de su soliloquio. No, decidió; ella no iba a ser la nueva Mararía inspirada en su propia vida.

Una voz al otro lado del teléfono interrumpió el pensamiento de si sería una buena idea. "016, ¿dígame?" 

 

Sentimientos del alma


Presagiaban malos augurios. La habían despojado de su bien más querido y anhelado, la libertad. Aquel sentimiento de gran valor, ahora se encontraba soterrado en lo más profundo de la tierra. Una tierra seca, agrietada por la falta de agua e imposible de hacer renacer nada en ella. La melancolía inundaba su corazón; un corazón destrozado, por la impotencia de no volver a amar y una vida marchitada, sin sentido. Lo único que calmaba su inmensa pérdida, era escuchar el transistor. Las voces procedentes de ese maravilloso aparato, la transportaban a un mundo casi perfecto. 

 

Murmullos del viento


Cómo águilas imperiales expandían sus alas, en busca del viento, el cual les alejaba de la costa para adentrarse más en un inmenso mar. Un mar fértil, picado y espumoso, cercano a otras monumentales islas; habitadas por diversas formas de vida, las cuales les proferirían cantidades industriales de comida y cobijo. El asentamiento escogido no les era grato, porque habían dejado muchas cosas atrás, pero una fuerza incontrolable emergía de sus interiores, la de sobrevivir a toda costa. Por primera vez, desde su llegada lograban escuchar voces de ánimo y amigas desde la radio sintonizada.

 

Confianza


Traían buenas noticias de Shyla desde el continente americano. Shyla había rehecho su vida después, de un angustioso pasado de malos tratos con su anterior pareja. El amor había vuelto a su vida, consiguiendo abrirse a él con mucho recelo y precaución. Gracias, a una entrevista en una radio local de California, conoció a su pedacito de cielo. No era un hombre muy hablador en cuanto a sus sentimientos, pero sus acciones hablan por sí solas: se preocupaba de ella, era valorada, intentaba animarla, la apoyaba en sus proyectos… era todo corazón. Y se sentía completamente afortunada.

 

Volar


En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros que me impedían escuchar la radio. Días llevaba...¡Días! Sin poder salir de la casa a la que me habían confinado después de un accidente de tráfico. Días, en los que me consolaba la radio. Concretamente Radio Lanzarote – Onda Cero era quienes me informaban de qué ocurría fuera de la casa de mi nieta en Marzagán, Las Palmas. Quería ser un pájaro. Volar lejos, al otro lado del mar. Simplemente ser libre y volar.

 

Sin Título 


En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros sobrevolaban la laguna tendida de un negro conjuro. En medio de la quietud de la noche, una muchacha traza con sus finos dedos círculos en la arena. Porta un vestido de novia, un corazón roto y lágrimas en abundancia. No se explica cómo ha llegado a ese extremo, ella tenía la vida que, desde pequeña, había anhelado: un trabajo como comentarista en la radio, un novio al que creía amar, una familia que la adora...

 

Sin Título


En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros surcaban el inmenso cielo y, mientras tanto, en la biblioteca, un chico deseó ser invisible ante los ojos de la morena que tantas noches le había robado el sueño. Lo tenía loco, y eso que ni la conocía. Tan sólo sabía que estudiaba Periodismo, que le atraía todo lo relacionado con la radio. Le escribiría un poema de Bécquer en el libro que ella escogiera. Sí, eso haría. Ella sabría de sus sentimientos pronto, muy pronto.

 

Sin Título


En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros... y fue ahí, en la radio, al escuchar las últimas palabras de Rafael Arozarena cuando la chica, entre lágrimas y sollozos, comprendió realmente el significado de las palabras que, años atrás, su madre susurró en una noche de luna llena, "mi niña, hay una delgada línea entre estar enamorado y amar; el enamoramiento se termina, el amor no".

 

Sin Título


En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros surcaban los cielos. Ahí, en ese preciso instante, mientras en la radio sonaba una triste balada de amor, que llegaron a mi mente estas preguntas: ¿por qué unas parejas funcionan y otras no? ¿Cómo saber que pueden funcionar? ¿Cómo saber todo eso antes de cometer lo que podría ser un error? ¿Cómo darse cuenta de todo lo anterior si estás cegado por un efímero enamoramiento?

 

Huellas desdibujadas


"En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros..."la melodía cambió abruptamente en cuanto comenzaron a caer uno a uno producto de tanto enredo. La radio que tenía en la azotea cayó también con el último pájaro que enredó su pico con aquel viejo cable gris. Caí también yo y ya no volví a levantarme. Nada volvió a escucharse. Nada volvió a verse. Todo fue para siempre oscuridad.

 

Todo es ahora


"En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros…"

…que se perdían en el paisaje tumultuoso, dinámico y frágil. La radio iba marcando cada segundo de su existencia, era como un amante fiel que permitía la intimidad de una comunicación silenciosa, que podía alejarla de esa cárcel en que se encontraba atrapada. Ahora se ha convertido en la bruja de Femés, nadie se acerca, nadie le dedica una sonrisa. Le acompaña su soledad, las nubes que se tornan rosadas en las últimas luces del día, y ese sonido que desenreda la maraña de horas y minutos que se interponen. Es la sabiduría de envejecer sin prisa. 

 

Mariposa monarca


"En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros…"

…que despertaban sin poesía alguna. Mientras, ella paseaba por las calles empedradas, con ojos vidriosos que se anudaban siempre a la nostalgia de un recuerdo. Con el transistor en la mano, sentía las ondas en la piel y escuchaba el golpe que le anunciaba el devenir de otras vidas. Todos la ignoraban apreciando la voracidad con la que los días se habían lanzado sobre su rostro. Todos. Los mismos que la amaron. Y a través de esas mismas ondas yo escuché la voz de Isaac: "No te angusties, tú solo creaste una mariposa monarca…"

 

Pájaro de mal agüero


En el cielo unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros que revoloteaban inquietos alrededor de los estudios de radio. Los trabajadores intentaban entender por qué se concentraban sólo en ese lugar si había tantos edificios en la zona. Cundió el pánico hasta que alguien hizo callar al locutor que llevaba toda la mañana diciendo en antena que iba a matar dos pájaros de un tiro.

 

La Última Escena


Una casita blanca con vistas al Timanfaya. Unos pájaros negros que cada día la sobrevolaban y asustados graznaban. En el interior, un hombre alto, fuerte, y una bella mujer. Una vez mas la misma escena. ¿De dónde vienes?; ¿Te gusta que te miren los hombres eh?; ¡Ven aquiiii!; ¡Eres una zorra!; ¡Abre la puerta!. Ella, trémula abre. La desnuda violentamente...minutos después se oye un disparo. La sangre cubre de rojo la estancia. Horas mas tarde, la radio comunicará la noticia. Una menos.

 

Sueños de Lava


Entre antenas sobre las que se posaron algunos de los pájaros que regresaron, te enamoraste de ella, soportando frío y viento. Como un entomólogo la examinaste: te atrajo el misterio de su piel de isla reseca y sus bellos ojos negros sumidos en la miseria de la posguerra. 

Mientras, La Atalaya, atenta al rumbo que marcaba la radio de tus sueños, vigilaba el sendero de las páginas que le dedicaste.

Hoy, Femés anhela tus pasos y cada vez que unos ojos pasean por Mararía, regresas a la isla. Arozarena, amigo, no te has ido. Sigues aquí, presente. 

 

Sombras volcánicas


Las silenciosas montañas se inclinaron curiosas para contemplar aquel espectáculo. Volaban los pájaros con las plumas encrespadas. Volaban las miradas sobajientas de los hombres que bebían el aire, alongados a la puerta de la cantina. Las mujeres hacían la señal de la cruz disimuladamente. Huía el viento que se enredaba en los chamuscados cabellos bajo la sombra ardiente de Mararía. Volaba la poesía y se retorcía inquieta sobre el vientre del ataúd. 

Los latidos de la piel reseca vibraban y crecían como ondas de radio. Cerró los ojos y la herida.

Tu cuerpo calcinado cuenta hoy nuestra historia.

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