EL PRÓXIMO 31 DE AGOSTO SE CIERRA

El concurso literario de Radio Lanzarote-Onda Cero sigue atrayendo participantes

La Voz publica una nueva remesa, de los relatos recibidos en los últimos días

25 de agosto de 2017 (21:10 CET)
El concurso literario de Radio Lanzarote-Onda Cero sigue atrayendo participantes
El concurso literario de Radio Lanzarote-Onda Cero sigue atrayendo participantes

El concurso literario de Radio Lanzarote-Onda Cero continúa atrayendo a participantes. La Voz vuelve a publicar otra remesa de microrrelatos, los recibidos en los últimos días de agosto, pero sólo los que cumplen las condiciones del certamen.

Cabe recordar que el plazo para enviar los relatos para participar en el certamen concluirá el próximo 31 de agosto y que este año la radio rinde homenaje al escritor Rafael Arozarena.

Por ello, la propuesta es construir un relato que suponga una continuación a las palabras finales de la novela "Mararía", que dicen así: "En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros..."

 

N.º 145 Nostalgia dorada


En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negrosvigilaban las playas donde la gran estrella se tumbaba a dormir cada noche durante todo el año. El viento transportaba las sinfónicas canciones de los animalillos tal y como la radio las de los humanos. Parecía que nada malo podía ocurrirte en estos hermosos parajes bañados por ese grandioso clima tropical.

Al menos eso me contaba mi abuela cada vez que la visitábamos en Lanzarote.

N.º 146 Migración


— ¡Otra vez los malditos pájaros negros vienen a comerse mi cosecha! ¡Según la radio este año vendrán muchos más debido al cambio climático! —exclamo Juan Grancier mientras apuntaba su fusil hacia un cuervo, que revoloteaba cerca de sus sembrados. Se oyó una detonación y el cuervo cayó abatido.

¡Aunque tenga que acabar con todos, no tocaran mis frutas! gritó el hombre para sus adentros, mientras daba la espalda al ave muerta y se alejaba caminado. Un sonido penetrante le hizo virar su rostro, contempló entonces con estupor los miles de cuervos que volando en picada venían directo hacia él.

N.º 148 Órzola


En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol cruzando el valle pedregoso hacia Órzola, frente a los paleontólogos que afanosamente trabajaban en el yacimiento.

5 millones de años pasaron deprisa y la bandada pareció dispersarse en las nieblas del mar.

El director apagó la radio portátil. ¿Han visto eso? Todos afirmaron con la cabeza asombrados. Juraría que eran los pájaros prehistóricos de los huevos fósiles que buscaban en aquel estrato calcarenítico.

Aquel vuelo era imposible. Sin embargo volaban contra el viento enarenado, salitroso, desde lo salvaje.

N.º 149 Ofrenda


"En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros cuan lluvia cenicienta.

La tierra temblaba y las olas golpeaban la barca donde madre e hija escucharon, abrazadas, el desgarrador grito del Volcán. Su Dios inundó la aldea de ígnea tristeza por su novia perdida, a quien su progenitora prefirió entregar al mar. Y la oscuridad cubrió la isla durante siglos".

Faya escuchó la leyenda en la radio y se secó el miedo del rostro. No huiría. Estaba lista para convertirse en esposa del Volcán.

N.º 150 Sin Título


…que escapaban con los instintos revueltos.

Hubo un sonido explosivo y el escritor dio un respingo. Luego se sentó frente a la ventana, dejando esa visión cuadrangular para contemplar el mundo.

El paisaje estaba lleno de quietud. Todos se habían marchado. Una columna de humo se alzaba como un líder imperial y oía el suave crepitar de un líquido espeso deslizándose. El escritor sentía que vivía en la soledad de Macondo. Como si García Márquez hubiera imaginado esos instantes legendarios para él.

La radio emitía el noticiario entre crujidos:

-…el magma alcanza ya los pueblos evacuados…

Lo vería llegar.

N.º 151 Sin Título


... como sus pensamientos, que intentó desterrar de inmediato subiendo el volumen de la radio, le hacía tanta compañía, era su único nexo de unión con la realidad. Arrastró los pies, tanteando hasta el fogón, todavía se atrevía a cocinar, había aprendido a aguzar el oído y el olfato, si mostraba normalidad todo iría bien. Su hija todavía no se había dado cuenta, atribuía sus titubeos a la torpeza de la vejez y su negativa a salir de casa a la peculiaridad de su carácter. Mientras siga cocinando no me llevará a la residencia.

N.º 152 Sin Título


Y brillantes, pero no parecían de mal augurio sino que los percibió como una señal de vida. Apagó la radio y cogió el bolso. Echó una última mirada al piso que había sido su cárcel, atrás dejaba la soledad de vivir con el terror, adiós a los golpes, a las mentiras; a sorber los mocos y las lágrimas en silencio, para no hacer ruido ni con su dolor, no fuera que todavía se mereciera otra paliza. Bajó las escaleras corriendo porque la esperanza no borra el miedo y al pasar junto a la papelera tiró las llaves sin mirar atrás.

N.º 154 Pánico


"¡En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros!"

Así narraba Orson Welles por la radio española, mientras la gente huía despavorida y cruzaba el Mediterráneo, sea en barco o avión e incluso alguno nadando, hacia las costas africanas, donde estarían a salvo.

Los países africanos no se mostraron muy amables con los refugiados ibericos, a los que se los consideraba una plaga peligrosa.Inmediatamente fueron deportados.

Welles, mientras tanto, los esperaba al borde de la orilla, riéndose de la broma que les había jugado.

N.º 155 Amabilidad


En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros…

Estas fueron las últimas palabras que leyó Carlos Triana. Su cadáver apareció en la biblioteca con un tiro en la sien y el libro de Arozarena abierto por su última página. Al parecer, su asesino había esperado amablemente a que terminara de leerlo.

Resumiendo: teníamos un cuerpo apoyado contra las estanterías de autores insulares y un párrafo lleno de simbología como pista.

Volví a casa en mi coche y puse la radio; emitían un espacio sobre misterios y, cuando llegué, esperé en mi garaje a que terminara.

Mi asesino tuvo la amabilidad de dejarme oír el final del programa.

N.º 156 Facturas


En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros como el vestido ajustado de la mujer que acaba de abandonar su despacho.

Aún suena el eco de sus zapatos de tacón alejándose, cuando el detective ya sabe que ha hecho mal en aceptar ese caso, que esa mujer terriblemente bella esconde una historia truculenta bajo su vestido estrecho y que él va a acabar pagando las facturas.

Para no oír sus pensamientos el detective enciende la radio y se sirve un whisky, busca una emisora como si buscara una tabla de salvación, y cuando encuentra una canción de Sinatra se agarra a ella dispuesto a cruzar el océano.

N.º 157 Lola


En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros… Lola cerró el libro de Arozarena y encendió la radio, en el pabellón había terminado el combate y, en medio del griterío, el locutor narraba la gloriosa derrota de uno de los púgiles.

Hacía diez años que Jorge peleaba y ella nunca había acudido a un combate; mientras él se partía la cara en el ring ella se sumergía en sus libros, y cuando Jorge volvía a casa era Lola la que tenía el pelo mojado de sal y el alma llena de magulladuras.

Esa noche, cuando Jorge regresó derrotado, Lola le esperaba con el alma repleta de pájaros negros.

N.º 158 Piedras


En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros como sería su alma si la tuviera… Por suerte, desde que ella voló de casa, él había cambiado su corazón por una piedra.

Y así vivía mejor, así no le importaba lo que pasaba a su alrededor; así podía oír en su radio, sin inmutarse, cómo moría gente en el océano o escuchar, como si fuera un serial, la historia de los niños que caían despedazados bajo los bombardeos.

El día que se dio cuenta de que su soledad le había convertido en un ser insensible supo que, por fin, encajaba en el mundo e, instintivamente, cambió de emisora.

N.º 159 En el cielo


En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros, pensó, como el negro azabache de sus cabellos.

Hacía un mes que ella se había ido para siempre dejándole un gran vacío que no lograba llenar.

Sentado sobre aquel banco encendió el transistor para escuchar su programa radiofónico favorito; pero tampoco eso logró distraerle y lo apagó.

Se levantó; cogió el ramo de flores; lo colocó en su lápida y las lágrimas resbalaron por sus mejillas, mientras unos pájaros graznaban furiosos.

N.º 160 Sin Título


En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros…

Y fin. Se acabó la historia, buenas noches, niñas –les dije, mientras cerraba el libro.

Ellas, pensativas, me miraron y, girándose cada una para un lado de la cama, hicieron el amago de dormir. Sabía que el relato de la vieja que en su juventud había enamorado a todos, les había calado y les iba a dar motivos suficientes para soñar de día y tener pesadillas durante muchas noches.

Eran casi las once, preparé mi gin tonic mientras escuchaba la radio y me daba cuenta de que mi vida era peor que esa triste novela de amor.

N.º 161 Me quedo


Aquel día me tocaba salir de paseo con mi mamá al centro de la ciudad, pero hice feliz a mi hermana cediéndole mi turno. Ella siempre esperaba ansiosa esas salidas y le sorprendió mi renuncia al privilegio. Yo tenía otro plan que no incluía contaminación ni multitudes.

Al quedarme en casa encendí el radio, me recosté en mi cama con la cabeza colgando hacia atrás y permanecí así durante horas escuchando canciones infantiles. Danzaron para mí personajes coloridos, tristes, felices, dulces, majestuosos.

Al regreso de mis hermosas parientes, yo ya había vivido una de las más mágicas mañanas.

N.º 162 Entre carroña


En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros que seguían al cuarto bombardeo.

La mujer volvió a tapar los boquetes de la ventana y puso la radio. Era necesario hacer más ruido que el bebé.

N.º 164 Vispera


….. unos pájaros negros"

…..tanto, como la sombra enjuta y rabiosa plasmada para siempre en la caliza y ardiente pared de mediodía.

Era mi hijo…..acendrado…..pero no le reconocía.

Acaso era mi sangre…..gélida, escarchada.

Oía mi voz…..pero eran quejidos desgarrados de otras madres desde una lejana onda portadora haciendo vibrar aquel arcaico cacharro.

Eran unos pájaros negros provocando a unos alegres pájaros multicolores.

No eran menos hermosos, no; ni menos libres, tampoco; ni su vuelo más torpe, qué no.....

Sencillamente eran pájaros de mal agüero.

N.º 165 Las sombras oscuras de Mararia


"En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros cuyas oscuras sombras hacían estremecer de horror a los habitantes de la ciudad. Mararía contemplo fugazmente el cielo estremeciéndose de pavor ante lo que su vista aparecía: una visión de horror perteneciente, quizás, a un mundo fantasmal que emergía de las profundidades del volcán. Por esto, decidió ponerse a orar por un mundo mejor. Esa era su más añorada esperanza…

N.º 166 Aciago anuncio


Aquel vuelo vaticinaba que algo malo había sucedido... ¡Ojalá hubiera estado equivocado!, pero era sabedor de que el color oscuro de esas aves portaba consigo el peor de mis presagios... Poco después encendí la vetusta radio. Me senté junto a ésta y me dispuse a escucharla atentamente: «Última hora... el volcán ha renacido de sus cenizas... Por la boca comienza a atisbarse la incipiente lava... Los servicios de emergencia han puesto en marcha los dispositivos de evacuación de la isla...», sin embargo yo, merced a esas aves, ya me encontraba presto a partir.

N.º 167 Rescate


Desde el momento en que la guarda costera vislumbró a lo lejos aquellas aves, supo que allí debían estar los restos de la embarcación... Llevaban horas intentando contactar con él... Supusieron que el temporal se habría cobrado una víctima más... Casi siempre ocurría así... El traicionero y bravío oleaje arrastraba las embarcaciones que navegaban a la deriva, abandonadas a su suerte, hasta que colisionaban contra los roquedales y sus cascos quedaban hechos añicos... Sin embargo, esta vez, aquel avezado marinero mantuvo un hilo de esperanza, mientras escuchaba por la radio las noticias sobre los avances de su búsqueda.

N.º 168 Burlados


En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros como la noche que dejaron atrás. Atraídos por los objetos brillantes y redondos, aquella bandada de cuervos resolvieron ir en pos de aquella luna llena posada en lo alto. Pero por mucho que agitaran sus alas, aquel anhelo de plata se les presentaba más esquivo hasta que finalmente lo vieron perderse tras el horizonte al tiempo que una enorme bola de fuego asomaba amenazante a sus espaldas. Entonces las emisoras de radio que dormitaban en los hogares estallaron en una algarabía de enérgicas voces dando la bienvenida al nuevo día.
 

N.º 169 Libertad


En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros que huían despavoridos ante la inminente llegada de aquellos ruidosos monstruos metálicos que repartían muerte por doquier.

La naturaleza es sabia: permite a sus hijos predilectos una digna retirada del campo de batalla. Yo no tenía esa suerte. Permanecía detrás del promontorio narrando para la emisora la caída de la ciudad en manos de los rebeldes.

-La hora de la libertad ha llegado. Expliqué. Y de pronto el cielo se abrió de par en par.

N º 170 Volando la memoria


Aquellas aves me hacían evocar, no sin cierta nostalgia, los años de juventud en los que junto a mi amada recorría la arena en los fríos días de invierno..., pero ahora ella ya no estaba aquí. Hacía algunos años que había partido; emprendió aquel desconocido viaje sin retorno...

Siempre que las veía revolotear por el cielo presagiando lluvia, la tristeza me embargaba... No obstante, en seguida procuraba reponerme... Encendía la vieja radio que tenía sobre el aparador y rememoraba fotogramas del pasado, cuando ella y yo bailábamos por el salón de casa al son de bellas melodías.

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