En el juicio, confesó que le gustaban los niños y "no podía evitarlo"

Roland Figge, condenado a 36 años de cárcel por abusar de varios menores durante años en Arrecife

El ciudadano alemán Roland Figge, residente en Lanzarote, ha sido condenado a 35 años y 10 meses de prisión por la sección sexta de la Audiencia Provincial de Las Palmas, por cuatro delitos de abusos sexuales y otros cuatro ...

29 de octubre de 2010 (01:08 CET)
Roland Figge, condenado a 36 años de cárcel por abusar de varios menores durante años en Arrecife
Roland Figge, condenado a 36 años de cárcel por abusar de varios menores durante años en Arrecife

El ciudadano alemán Roland Figge, residente en Lanzarote, ha sido condenado a 35 años y 10 meses de prisión por la sección sexta de la Audiencia Provincial de Las Palmas, por cuatro delitos de abusos sexuales y otros cuatro de provocación sexual hacia cuatro menores de entre nueve y once años de edad, en unos hechos que se produjeron a partir del año 2005.

La Fiscalía de Las Palmas solicitaba un total de 52 años de prisión y acusaba también a Figge de un delito de elaboración y posesión de material pornográfico. Sin embargo, de estos dos delitos ha quedado absuelto.

Figge permanecía en prisión preventiva desde el año 2008 y fue juzgado en Arrecife el pasado 14 de julio. Durante el juicio, llegó a reconocer que conocía a los menores y que siempre había sido pedófilo. "Me gustan los niños, no puedo evitarlo", llegó a declarar.

La Audiencia considera como hechos probados que el acusado comenzó a frecuentar un bar en el año 2005, donde se ganó la confianza de la madre de uno de los menores, consiguiendo así que posteriormente el menor acudiese a su domicilio e incluso que pasara la noche en él en diversas ocasiones. "Le hizo creer que era su novio, justificando de esta forma sus primeros besos y dando paso así a posteriores relaciones sexuales".

La sentencia considera probado que Figge se sirvió de la relación con este niño "para contactar con los otros tres menores", con los que también mantuvo relaciones sexuales e incluso "les ponía películas pornográficas" con "el propósito de estimularlos".

Sin embargo, la Audiencia cree que "no ha quedado acreditado que el procesado haya filmado videos pornográficos o tomado fotografías de igual carácter de los menores, ni que tuviera almacenados en su ordenador vídeos o fotos de menores de contenido pornográfico". Y es que, señala la sentencia, aunque aparecen fotos en las que se observa a niños, "no tienen el carácter de pornográficas".

De esta forma, Figge ha sido condenado a ocho años y seis meses de prisión por tres delitos continuados de abusos sexuales y a otros siete por otro delito de abusos sexuales contra cada uno de los menores, así como a 10 meses de cárcel por cuatro delitos continuados de provocación sexual.

Asimismo, el condenado tendrá que indemnizar a tres de los menores con 30.000 euros y al otro con 15.000, por daños morales.

Testimonios

De esta forma, la Audiencia da por buenos los testimonios de los menores, al quedar acreditado que tres de las víctimas, uno de ellos con mayor frecuencia, se quedaron a pasar la noche en casa del acusado en varias ocasiones. De hecho, el propio acusado reconoció que uno de los menores dormía junto a él en el dormitorio, ambos desnudos. "Yo porque me gustaba, y el niño se quitó el pijama él mismo", relató en el juicio, aunque el menor confesó que lo hacía porque se sentía presionado.

Además, los menores no sólo relataron los abusos de los que habían sido objeto, sino que también manifestaron cómo habían observado las relaciones sexuales que el acusado había mantenido con el resto. Así, algunos de ellos declararon durante el juicio que habían sido testigos de cómo Figge mantenía relaciones con los demás niños. Uno de ellos negó que hubiera sufrido abusos, pero otro dijo que había visto como Figge le hacía una felación. Además, todos ellos coincidieron en que el procesado les ponía películas pornográficas.

Asimismo, aunque el ahora condenado llegó a reconocer en el juicio que había realizado tocamientos a los menores, pero que nunca les había penetrado, se tiene en cuenta la declaración de los médicos forenses que dictaminaron que "aunque no encontraron lesiones, es posible que haya habido penetración anal".

El tribunal señala en la sentencia que no abriga duda alguna sobre la fiabilidad y veracidad en el testimonio de los menores, en lo esencial, "pese a las imprecisiones que pudieran derivarse de su edad, pues no se atisba motivo alguno de resentimiento o venganza o sentimientos parecidos que puedan enturbiar sus declaraciones".

Incluso, añade, las psicólogas declararon que uno de los menores sufría síndrome de Estocolmo, por lo que "veía al agresor como un benefactor". El procesado pensaba que "tenía una relación de pareja" y el menor, según declaró en el juicio, llegó a "sentirse culpable" de los hechos y acababa accediendo a mantener relaciones sexuales con el agresor porque le "daba pena".

Vulnerabilidad de las víctimas

En tres de los casos, la Sala considera probado un delito continuado de abusos sexuales, con la concurrencia de la agravante específica de especial vulnerabilidad de la víctima.

Respecto a la vulnerabilidad como agravante, la Audiencia considera que se cumple, en primer lugar, por la especial necesidad de afecto de los menores. "Al ser varios los niños, eso hacía que vieran la situación más normal entre ellos y más arropados", señalaron las psicólogas en el juicio. Y de eso, señala la sentencia, "también se aprovechó el acusado", ya que les "llenaba sus carencias".

Asimismo, la Sala considera que los escasos recursos económicos y las compras y regalos que les hacía Figge, que "se ganaba a los menores con las chucherías, la PlayStation, comprándoles ropa o llevándolos a la playa o de viaje", hacía que los menores se encontrasen en una situación de especial vulnerabilidad.

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