Es media tarde y la calle está prácticamente desierta. Un par de niños jugando en la acera y algunas risas que se escapan por las ventanas que permanecen abiertas para aliviar el calor que ya pega en la isla. Es la calle Felo Monzón, en el Barrio de Argana Alta, donde Yasmila Arrocha vivía junto a su novio en uno de los pisos de los clónicos bloques de reciente construcción que se alinean en la acera.
"Sólo la conocía de verla pasar por aquí y de las reuniones de comunidad. Llevaba poco tiempo viviendo aquí, como todos", explica una vecina del bloque contiguo. Un poco más arriba una joven madre habla de "miedo no sólo por lo que le ha ocurrido a Yasmila, también por el caso de Cathaysa: son dos muertes al lado de casa". Como el resto de lanzaroteños ha escuchado toda clase de rumores, "lo último que he oído es que el militar la forzaría a estar con él, ella se negó y por eso la mató". Otro vecino de la calle colindante asegura que "en el barrio pasa cualquier cosa y la policía no viene" y cree que lo ocurrido ha generado miedo, "las chicas tienen miedo de andar solas, mis hijas comentan con sus compañeras de trabajo que están asustadas".
En esta misma barriada vivía el soldado Diego Gómez Poveda que, al parecer, se suicidó el mismo sábado que apareció el cuerpo sin vida de Yasmila, pero nadie parece haberle conocido. Caminando un poco más por la parte algo más vieja de Argana Alta, entre el nuevo Palacio de Deportes de Arrecife y la carretera que lleva a San Bartolomé, transcurre una tarde más en el barrio que vio crecer a Yasmila. En una de estas calles vive la familia Caballero que crió a la joven.
El día que Yasmila desapareció acababa de salir de la casa donde había residido durante muchos años y que dista unos minutos de la que era su vivienda actual. Venía de visitar a la anciana que se había hecho cargo de sus cuidados desde que era una niña. "Yo creo que ella ni sabe que Yasmila ha muerto, ella es muy mayor y no está bien. Pero toda la familia lo está pasando muy mal porque se están diciendo muchas cosas". Es el testimonio de una vecina, que toma el fresco mientras vigila a un niño que juega en el nuevo parque infantil del barrio.
Dolorosos comentarios
La familia Caballero regenta un bar junto a la carretera de San Bartolomé. Allí unos pocos clientes conversan sobre cualquier cosa y nada indica el drama por el que pasan sus dueños. No todo el mundo se atreve a asegurar que éste, sea un nuevo caso de violencia de género,pero no falta quien se decide a lanzar polémicas opiniones al respecto. "La culpa de lo que ha pasado es de los dos" espeta un hombre en el bar refiriéndose a la joven asesinada y al soldado fallecido, "algo habría hecho, hay que saber lo que pasó, cuando a una persona se le cruzan los cables?".
Según este señor "aquí ya estamos acostumbrados a estas cosas" por lo que no se siente afectado. "Bueno estarán más conmocionadas las mujeres", afirma mientras continúa su tarea. Está a punto de caer la noche. Las luces de las casas empiezan a verse a través de los cristales, las madres llaman a sus hijos a recogerse. Continúa la vida en el barrio.