José, Isidro, Georgina, Amparo, Cándida y Antonio son sólo algunos de los enfermos de alzheimer de Lanzarote. Sus familias piden que las instituciones no se olviden de ellos, y reclaman más recursos

Recordar a los que olvidan

Al cruzar el umbral de Hogar Alzheimer se respira un ambiente apacible. El sol de la mañana inunda la estancia principal, creando una claridad que contrasta con el ambiente húmedo y fresco. Un ...

21 de octubre de 2006 (01:55 CET)
Recordar a los que olvidan
Recordar a los que olvidan

Al cruzar el umbral de Hogar Alzheimer se respira un ambiente apacible. El sol de la mañana inunda la estancia principal, creando una claridad que contrasta con el ambiente húmedo y fresco. Un ambiente que hace que José, Isidro, Georgina, Amparo, Cándida y Antonio se sientan como en su propia casa. Todas las mañanas, a las nueve en punto, un familiar les acerca hasta la orilla del Charco de San Ginés, donde se sitúa la casona. Allí, Tata les recibe en la puerta de madera, pintada de un verde chillón, con una gran sonrisa. La "abrazoterapia" forma parte de la cotidianeidad, convirtiéndose en algo tan importante como las pastillas o los ejercicios que cada día, estos ancianos realizan con la fisioterapeuta del centro.

Esta gran familia comienza el día sentándose alrededor de una gran mesa redonda, donde comparten actividades cotidianas que agilizan sus manos y, lo que es más importante, su mente. José, como cada día, lee el periódico. Antonia, sin embargo, prefiere las revistas del corazón. Enfrente, Georgina, hace ganchillo, ayudada por Cándida y Amparo, e Isidro limpia un puñado de legumbres. Mientras, Tata no para a su alrededor: les ayuda, les anima y les da conversación. "Nosotros nos basamos en cada una de sus historias", explica esta encargada del Hogar Alzheimer. "Si Georgina era costurera, conserva una capacidad que hay que mantener, por lo que es importante que continúe con su ganchillo; y si Don José era labrador, pues le animamos a que participe en el taller de horticultura y plantamos tomates en el patio".

Tras la bienvenida, llega el momento de comentar las noticias ("Ay, que ver, Marcos Páez, ¡sabía que no podía coger tantas lapas!", se oye exclamar a uno de los ancianos),y después, cogiditos del brazo, se echan a la calle todos juntos. Un paseo por las inmediaciones del Charco, cuando el sol todavía no pega muy fuerte, en el que además de mantenerse en forma, siguen en contacto con la realidad y las actividades cotidianas. "Muchas veces vamos a la pescadería municipal, porque Antonia, que es de La Graciosa, cuando era joven venía a Lanzarote a vender el pescado, ¿y tú sabes lo que para ella significa ver los pescaditos?". Las corvinas frescas rescatan recuerdos de la memoria de Antonia: "Tenía once años y subía el risco caminando, hasta que llegaba a Haría con la cesta de pescado en la cabeza", explica.

La mayor parte de estos ancianos se encuentra en una fase leve-moderada de alzheimer u otras demencias. Normalmente, sufren leves alteraciones, que comienzan como pequeños despistes. "Mi padre, de momento, es totalmente independiente", explica Mercedes, hija de Don José. "Mi madre detectó su enfermedad hace ya nueve años, porque siempre se quedaba dormido, pero desde entonces se mantiene bastante bien". Mercedes acerca a su padre todos los días hasta el Hogar. Muchas veces se queda un ratito con todos ellos. "Jugamos al dominó, o a las cartas", cuenta la joven. La colaboración de los familiares es precisamente una de las máximas de este centro. Cada día, se encargan de ayudar a Tata y a una terapeuta ocupacional. "También tenemos un taller de pintura, los miércoles, porque la hija de uno de los usuarios lo imparte desde hace más de dos años", explica Tata. "Y les encanta", añade emocionada, mostrando varios cuadros coloreados con margaritas de mil colores.

Conviviendo con el alzheimer

El alzheimer es una enfermedad dura. Algunos de los usuarios de Hogar Alzheimer son conscientes de la patología que padecen. "Yo antes era profesora de corte y confección", explica Georgina, "Pero lo dejé porque ya estoy muy mayor, y también a causade mi enfermedad". Mediante una detección precoz, resulta más factible controlar la enfermedad, y sobre todo, mantener las capacidades de los pacientes. "Lo primero que hay que hacer es ir al médico", explica Manuel Ruiz, presidente de la Asociación de Enfermos de Alzheimer de Lanzarote. "Y contactar con cualquier asociación que te pueda ofrecer ayuda".

El acceso a estos centros suele ser complicado. En el caso de Las Cabreras, una lista de espera obliga a alternar a los pacientes durante los siete días de la semana. "Lo ideal sería que pudieran venir todos a diario", explica Manuel. "Pero no hay sitio suficiente". El horario de Las Cabreras se extiende desde las nueve de la mañana hasta las cinco de la tarde. Ocho horas en las que las familias pueden llevar su vida con normalidad, delegando el cuidado del enfermo en un equipo de profesionales, entre los que se encuentran fisioterapeutas, geriatras, trabajadores sociales y terapeutas ocupacionales. Los centros de día son una buena alternativa para los familiares, ya que les permite tener tiempo para seguir con su vida diaria, pero no les aleja completamente del enfermo, que continúa conviviendo con ellos.

En Las Cabreras existen tres casetas diferenciadas para cada grado de la enfermedad. En total, dieciséis personas trabajan a diario a este centro, al que acuden 45 ancianos cada día. Marcial acude a Las Cabreras todos los martes, miércoles y jueves. Tiene 73 años, y desde hace cuatro, padece alzheimer. "Para nosotros es un respiro", explica Mar, su hija. "Ellos están distraídos y nosotros tenemos unas horas de descanso". Marcial siempre había sido un hombre con mucha personalidad. "Y de repente, empezó a olvidar cosas básicas, como por ejemplo, desayunar", explica su hija. "Cogía el coche y se saltaba los semáforos, y empezamos a notar que algo no iba bien". A la familia de Marcial le costó aceptar su enfermedad. Con la ayuda del psicólogo todos tuvieron que acostumbrarse a nuevas situaciones cotidianas, como lograr que Marcial dejara las llaves del coche a sus hijos. Conseguir una plaza en Las Cabreras tampoco fue fácil. "Nos costó mucho, y hay mucha burocracia de por medio", explica Mar. "Al principio comenzó yendo un día, después dos, y ahora ya tres días a la semana, pero en el estado en el que se encuentra mi padre, debería ir todos". Este centro está subvencionado por el Cabildo, aunque la familia, concretamente el usuario, paga una parte con su pensión: el 25 por ciento de la misma.

Sin embargo, no todos los enfermos tienen la suerte de acceder al centro, y las residencias privadas no están al alcance de todas las familias. "Son carísimas", exclama Mar. "Cuestan mil trescientos euros al mes, y eso no es justo, porque mi padre ha pasado toda su vida trabajando, y cotizando a la seguridad social, y ahora no cuenta con ninguna ayuda". "Una residencia pública es totalmente necesaria en una sociedad moderna como la nuestra", explica Manuel Ruiz. "La Asociación de Enfermos de Alzheimer lleva un par de años luchando por conseguir una residencia específica para enfermos con demencia en Lanzarote". Manuel se queja de los obstáculos que las instituciones presentan a la hora de autorizar la ampliación del centro de Las Cabreras, situado entre Tahíche y Nazaret, y para la construcción de una nueva residencia. "Siempre están con el Piot y el Plan Territorial a vueltas, que está muy bien, pero cuando se trata de una necesidad y una obra social como esta, yo creo que las autoridades tendrían que ser de otra forma, y tener más capacidad resolutiva".

Día a día en Las Cabreras

En Las Cabreras el día comienza con una sesión de fisioterapia. Brazos, piernas, articulaciones... Movimientos suaves, acordes y acompasados, que Sabina se encarga de conducir. "Es importante conocer a cada uno de ellos", explica la fisioterapeuta. "Porque dependiendo de su estado, responden de una forma u otra, y tú siempre te tienes que adaptar a sus necesidades". Sobre el rofe del jardín de Las Cabreras y a la sombra de las palmeras, los quince enfermos de la caseta "leve-moderada" también salen a pasear. Tras el ejercicio matutino, realizan otros donde "trabajan la mente", tal y como apunta Manuel. Desde una lista de nombres a una receta de cocina, cualquier excusa es buena para tratar de almacenar datos.

En muchos casos, Las Cabreras es la siguiente estación a Hogar Alzheimer. Cuando los síntomas de la demencia comienzan a ser acuciantes, los enfermos son trasladados al Centro de Día, donde continúa un duro trabajo para mantener las capacidades de losusuarios.

Son las once de la mañana. Mientras la vida continúa en el exterior, los quince pacientes de la caseta leve-moderada de Las Cabreras concluyen sus ejercicios diarios. Al mismo tiempo , en Hogar Alzheimer, Tata nos despide en la puerta. Georgina se acercatímidamente. Quiere decirnos adiós, y con la gorra en la cabeza para evitar el sol de la mañana despejada, pide salir a pasear. "Pues hoy se nos había hecho tarde", explica Tata sonriendo. "Pero vamos a salir, porque se nota que todos lo están deseando".

Plazas insuficientes para los enfermos de Alzheimer en Lanzarote

Ocho años después de su puesta en marcha, el centro de día Las Cabreras se ha quedado pequeño. La lista de espera de enfermos con diversos tipos de demencia aumenta mes a mes, debido a la falta de centros preparados para atender estas patologías. Desde la Asociación de Enfermos de Azheimer de Lanzarote, lleva varios años luchando para ampliar las instalaciones de Las Cabreras, y para construir una nueva residencia que pueda acoger a los ancianos las veinticuatro horas del día.

Desde la consejería de Asuntos Sociales, José María Espino explica que "no es tan fácil, ya que la calificación del suelo es rústica" y no se puede construir en este terreno. El consejero afirma que a lo largo de varios años se han realizado algunas obras para eliminar barreras arquitectónicas, y mejorar infraestructuras como "piscinas y jardines".

El proyecto "Respiro familiar", consistente en una "mini residencia", tal y como la describe Espino, con veinte o treinta plazas, continúa estancado. Este centro está concebido para alojar a enfermos de alzheimer durante los fines de semana, de forma que las familias puedan darse "un respiro" en el cuidado y atención de los ancianos, dejándoles en buenas manos. Pero de momento, y tal como explica el consejero, tan sólo "es un proyectoque no se ha podido llevar a cabo".

Las Cabreras consta de tres casetas que albergan a 45 personas diariamente, con diferentes grados de demencia. El centro está subvencionado por el Cabildo de Lanzarote y el Gobierno de Canarias, aunque el usuario tiene que colaborar con el veinticinco por ciento de su renta, normalmente procedente de su jubilación.

Alzheimer: 100 años de historia

En 1906, el neurólogo alemán Alois Alzheimer describió los síntomas de una nueva enfermedad, como pérdida de memoria, desorientación o trastornos de conducta. La patología fue diagnosticada por primera vez a Auguste, una mujer de 51 años que ingresó en un hospital de Frankfurt con síntomas de demencia. Tras su fallecimiento, el cerebro de la paciente fue estudiado por el doctor Alzheimer, quien encontró un número disminuido de neuronas en la corteza cerebral, en la que, además, identificó dos tipos de lesiones.

Cien años después, el alzheimer continúa siendo una enfermedad desconocida para gran parte de la sociedad. Sin embargo, desde hace aproximadamente una década, desde las asociaciones de enfermos de alzheimer se intenta difundir información y formación sobre esta patología, que acapara el 60 por ciento de los casos de demencia, especialmente en los ancianos. En este momento existen once medicamentos contra la enfermedad, para distintas fases de experimentación. Sin embargo, la investigación de nuevos fármacos continúa en laboratorios y universidades, intentan

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