El cine Buñuel exhibe estos días la última película de Todd Solonz, "Palíndromos", con el que agita de nuevo los fantasmas que esconde el sueño americano cuestionando los conceptos de familia y los roles que cada uno juega en ella.
La cinta cuenta la historia de una niña de doce años, Aviva Victor, cuyo objetivo es ser madre. Aviva hace todo lo que puede para que esto ocurra, y casi lo consigue, pero ve sus intentos frustrados por sus padres. Así, decide escaparse, empeñada en quedarse embarazada de una manera u otra. Pero en vez de eso se encuentra perdida en otro mundo, menos tangible quizá, pero lleno de toda clase de extrañas posibilidades.
Como hiciera en otros polémicos largometrajes, como "Happiness" (1998) o de "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1995), el cineasta busca sus protagonistas entre esas personas que se alejan de los estereotipos al uso, seres únicos y diferentes a quienes la sociedad norteamericana margina por ser precisamente distintos. En el caso de la protagonista, Aviva, el camino que ha decidido escoger hará que su vida cambie. Se embarca en un viaje de ida y vuelta en el que será difícil decir si al final volverá a ser la misma o si puede ser otra cosa que lo que siempre ha sido.
Con "Palíndromos" el director de "Storytelling" (EEUU, 2001) vuelve a hurgar dónde más duele, con un film provocativo que podrá gustar más o menos, pero que no dejará a nadie indiferente. Solonz dibuja un cuadro sobre su propia identidad, "algunos pueden encontrar deprimente y determinista la idea de que nunca cambiamos. Y aún así, la incapacidad es en muchos aspectos liberizadora, te libera entre otras cosas de la obligación de cambiar. Y aceptar esta incapacidad puede ser una manera de consolarse: nadie es inmune, todo el mundo debe ser quien es".