Más de 40 microrrelatos concursan ya en la nueva edición del certamen literario de Radio Lanzarote-Onda Cero. En esta ocasión, La Voz publica otros ocho relatos que se han presentado a este certamen y que cumplen con las condiciones de no superar las 100 palabras, título incluido.
Además, deben incluir una historia de terror o de miedo, en la que también esté presente la radio. Los interesados pueden participar en el certamen hasta el 31 de agosto, enviado los relatos al correo electrónico concursorelatos@lanzarotemedia.net. Por participante, se pueden enviar un máximo de cinco cuentos.
Sin Título
Autor: Ignacio Pacheco Cabrera
Agitó la radio sin conseguir que funcionara más. Escuchó pasos, al grito nadie le contestó. Ahora solo le faltaba quedarse sin luz también. Con tanto polvo, calor y humedad, su respiración era ronca y sesgada. Los pasos se aproximaban corriendo. Atrapado en aquel túnel, intentaría pasar desapercibido, pero los fuertes latidos de su corazón le delatarían. Se puso una mano sobre el pecho y con la otra, enguantada, se cubrió la boca y la nariz. Lo último que alumbró su linterna, antes de apagarse, fue la hoja de un cuchillo blandiendo el aire. Solo sintió frió y dificultad para respirar.
Sandalias rotas
Autora: Candelaria
La melancolía invadía su alma, no se sentía capaz de levantar la vista. Sandalias rotas roídas por el tiempo, que eran castigadas sin tregua. Dolor en su corazón y lágrimas en sus ojos tristes. El suave murmullo de una radio que nadie escucha invadía su hogar. Tiembla, ya llega, el labio inferior palpita, la cerradura de la puerta grita, su corazón también grita. Una palabra a destiempo, un silencio, cualquier cosa lo hace estallar. No hay escapatoria, llora.
Estalla el ruido...ahora el silencio. Dolor y humillación.
La radio sigue sonando, esa voz desconocida que no sabe nada.
Transistor díscolo
Seudónimo: Carruaje literario
El sol volvía dejar paso a la luna efímera. Como cada día, esperaba…
La dulzura de tono de voz, se oía a leguas de mis aposentos, era frágil, calaba en nuestro interior como la esfinge de un guerrero celta. Corrí desesperado como llama incandescente hacia su regazo, solo pensaba en ver su lindo rostro, su mirada traviesa y la dulzura de su anhelada compañía.
Tras marearme otra vez, a su vera, sin conocer su presencia, volví a caer. Un sudor frío caía. Bañado en sudor espeso desperté, y su voz dejo de sonar hasta el día de mi partida.
Sueño perturbado
Seudónimo: Carruaje literario
Volvía detrás de mí, era un ser rudo, de tez morena, cabello corto, esta armado. No podía parar de correr, cada vez la ventaja se reducía como el mar al amanecer. Tras varios kilómetros mi cuerpo se resistía a tan afable sufrimiento, al tiempo... deje de correr, mi mente vagaba en una oscuridad árida y bohemia. Sentí un vacío y no paraba de escuchar voces, gritos, melodías...
Desperté con agitación, amordazada por la bruma diaria del sonido de la radio de cada mañana.
Agravio comparativo
Seudónimo: Carruaje literario
Salí a toda mecha, no tenía nada porque esperar, solo un tráfico incesante, y una meta que perseguir. Tras el trayecto tuve que reducir la velocidad, un semáforo rompió mi rauda jornada. Tras la larga espera de dos minutos, prendí el radio, sonaba una dulce melodía, recordé a los tiempos de antaño, cuando me di cuenta, el coche estaba dando vueltas de campana, una noticia muy triste.
Tenía que volver a empezar la partida.
Sin Título
Autora: Ainhoa Gardachar Marrero
Cerré la puerta de la emisora de radio y me abroché la chaqueta, porque hacía mucho frío. Empecé a caminar a paso calmado y tranquilo, y cuando llevaba unos cuantos metros, escuché pasos tras de mí, por lo que me di la vuelta.
No había nadie.
Seguí andando, hasta que mi teléfono empezó a sonar. Lo cogí como otras veces y me lo acerqué a la oreja. Murmuré un débil «¿Sííí?», contestaron segundos después «Corre».
Solté el teléfono cuando alguien me cogió del cuello.
Intenté resistirme, pero finalmente cerré los ojos.
No los volví a abrir.
Mal presagio
Autora: Ana Negrín
Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Tercera noche consecutiva que me levantaba sobresaltada a apagar aquella vieja radio de los años cuarenta que conservaba mi abuelo en ese cuarto lóbrego al que nadie quería entrar. Esa noche fue diferente, aquella radio no volvía a la normalidad con el golpito que solía darle.
Pasillo a la derecha. Si, fui a buscarlo, a él, a mi abuelo, a mi viejito a su habitación sin saber por qué. Nunca me había ocurrido. Me deje llevar por ese perfume mezclado con tabaco que él desprendía. Tenía un mal presentimiento.
Suceso
Seudónimo: Pedro Méndez
Los insectos invaden su piso desde el de la vecina, que pasa tiempo en el Hospital. Tiene llave y abre. Una atmósfera de catacumba le hiere el olfato. Se oye una radio. Sobre el lecho, un cuerpo momificado. Lo próximo que escucha es un suceso. Se han encontrado dos cadáveres en esa vecindad. Uno yace allí desde hace meses. El otro es de la vecina que lo ha descubierto y ha fallecido víctima de un infarto. Ella se incorpora y ambas se abrazan. En la radio suena un ensordecedor toque de trompeta y la habitación arde como un crematorio.