De esta guisa nos plantamos en La Geria, uno de los paisajes más ricos de Lanzarote y que estos días ha copado titulares por la uva que se ha echado a perder a raíz de la ola de calor que sufrimos en las últimas semanas (curiosamente, La Geria sólo cobra protagonismo cuando hablamos de cosechas perdidas o de excedentes).
Nuestra misión era clara: infiltrarnos en alguna de las cuadrillas que durante estos días trabajan por mantener una forma de vida tradicional y conocer cuáles son los problemas reales del sector. Además, tratábamos de entender las causas que han llevado al abandono del agro lanzaroteño. Queríamos saber qué hay de cierto en esa leyenda urbana que corre por las bocas de los mayores, que dice que "el campo lanzaroteño se echó a perder cuando todos los jóvenes acudieron a la llamada del dinero de los hoteles".
"¿Desde que aterrizó el primer turista a mediados de la década de los sesenta?" "Sí. Desde entonces, todos y todas se dedicaron a trabajar para los turistas que llegaban a Lanzarote y se olvidaron del campo. Esto es muy sacrificado y apenas da para vivir" nos cuenta Josefina, que tiene 82 años. Es la primera agricultora que nos encontramos en la jornada. Nos cuenta que lleva toda su vida trabajando en el campo, pero que ya es mayor y que ya no puede trabajar todas las fincas que tiene. Le acompañan seis familiares. Todos mayores de 50 años. "Los jóvenes ya no vienen al campo, mi niño" me dice una de ellas. "Ya, señora" contesto. Nos despedimos y nos vamos.
Me temo que no iba a ser bien acogido en esa cuadrilla con mi pinta de neovendimiador. Unos metros más allá nos encontramos a Conchi y a sus hermanos. Hoy le acompaña su cuñado. Ellos sí cumplieron el horario establecido y llegaron a las 8 de la mañana, aunque "normalmente llegamos a las 7". Dejan que les ayudemos. "Coge las tijeras de podar y un balde". Y eso es lo que hago. Antes que nada, pregunto si mi maltrecha espalda aguantará la labor. "Bueno, depende de cómo la tengas?" me sonríe Elena.
Metido de lleno en el terreno y en faena, la conversación surge casi espontáneamente. "Esto es bonito, jodido y mal pagado" me confiesa Conchi. "Nosotros, porque tratamos de que persista lo que mi padre nos enseñó, pero es que no podemos hacer frente a todo. Venir a vendimiar supone pedir un día de trabajo. Si por el contrario, decidimos contratar a alguien, nos cobra 70 euros por día. Eso es más de lo que cobramos a las bodegas".
"Esto es la crónica de una muerte anunciada" nos dice Pablo. "Llevamos años haciendo esto, pero creo que el que viene dejaremos morir las parras porque esto no tiene sentido. Venimos aquí por amor al arte" sentencia.
"Pero no todo pueden ser sinsabores" cuestiono con la espalda crujiendo después de únicamente 25 minutos de trabajo. "Tiene que haber algo que les siga trayendo hasta aquí. Tienen que tener alguna motivación para seguir trabajando 8 horas bajo el sol durante 10 días en pleno verano" intento animar. "Nosotros sólo estamos aquí por mantener viva la tradición familiar. Sólo los bohemios seguimos trabajando en La Geria. Mi padre plantó estas parras hace casi 100 años, y tiene más fincas por ahí, pero nosotros ya no podemos con todo y los jóvenes ya no vienen al campo.
Que por qué no vienen. Primero, porque esto es muy duro y segundo, porque son más rentables los sueldos que les pagan en los hoteles. "¿Pero alguna solución ha de tener La Geria, no?" pregunto casi sin querer.
Conchi apunta una: "que la carretera sea de peaje y que, de cada coche que pase, se pueda sacar un dinero que revierta en los agricultores. Además, que luzcan las inversiones que se realizan" dice. Precisamente, el pasado mes de mayo, el Cabildo de Lanzarote, los ayuntamientos de Tinajo, Yaiza y San Bartolomé y responsables de La Caja de Canarias, suscribieron un crédito por valor de 4 millones de euros, subvencionado por la Secretaría General de Turismo, para invertir en un proyecto de Enoturismo en la zona de La Geria.
Este programa, que se pondrá en marcha próximamente, debe servir para crear una oferta de ocio que permita al visitante entender la identidad y las características específicas de esta área, dándole un valor especial a la actuación del agricultor lanzaroteño en un medio tan peculiar y agreste. Además, este proyecto pretende colaborar con el mantenimiento de una actividad agrícola tradicional y potenciar la venta directa de un vino con denominación de origen. Asimismo, tanto la familia de Conchi como la de Josefina están de enhorabuena, porque servirá para recuperar las tierras abandonadas.
La hora del bocata
Es la una de la tarde. Llevo un rato vendimiando pero me parece que llevo un par de semanas. Apenas un par de cubos de uva y ya tengo dolores en los dolores. En el relax, seguimos conversando. "Es que esto es muy duro" dice Jose. "Todo esto está en manos del tiempo y se te puede echar todo por tierra en un momento. Imagínate que nosotros podamos las parras en febrero, sulfatamos en abril y despuntamos hace un par de meses. Todo ese trabajo se nos fue al garete por la ola de calor que sufrimos hace un par de semanas". Según Jose, esos días, el termómetro de su vehículo registró 52 grados en algunas zonas de La Geria.
"Ese calor nos ha fastidiado porque no creo que logremos salvar ni el 20 por ciento de la cosecha, con lo que nos encontramos con el problema de saber con cuanto se van a quedar las bodegas". Precisamente aquellos que no despuntaron sus parras fueron los que salvaron su cosecha, pues las ramas protegieron a la fruta. "Es de tontos venir a vendimiar" asegura Elena.
Vamos terminando el bocata y tocamos, de nuevo, el asunto de las tradiciones. "A mí me es más fácil dejar morir todas estas parras que seguir atendiéndolas" nos cuenta Conchi. Nosotros estamos "quemados" y los más jóvenes ya no van a venir. Han cambiado tanto las cosas en esta Isla que antes, tener tierras era sinónimo de poder, de riqueza. Antes se negociaba, se compraba y se pagaba con tierras. Hoy se negocia y se compra con chalets y hoteles" dice.
Y a todas estas, la espalda empieza a machacar. "Verás como vas a estar mañana" me dicen para animarme. Y es que, parece ser que a los trastornos psicológicos que puede generar vendimiar, se unen una serie de patologías que pueden acabar con cualquier Sansón de las uvas. "Te dolerán las piernas, la cadera, la espalda?la cabeza no porque hoy no hace mucho sol, pero si no?" me avisan.
No me importa. Yo sigo creyendo que su trabajo, el de estos "románticos" que siguen trabajando la parra, va a salvar uno de los paisajes más peculiares y ricos de Lanzarote. Pienso que ese proyecto de Enoturismo dinamizará el sector y servirá para que La Geria siga siendo el sitio que es. Y pienso que tengo que pasar por la farmacia para comprar alguna crema que alivie mi espalda?