Una simple botella de agua, un bote con comida para bebés, un vino o una colonia. Son productos aparentemente inofensivos, pero la nueva normativa europea sobre seguridad en los aeropuertos prohíbe transportarlos dentro de un avión. Además de las molestias derivadas de esta norma, este jueves, el aeropuerto de Lanzarote ha empezado a sufrir otras consecuencias.
El ritmo en los controles de pasajeros ha disminuido, debido a la necesidad de revisar minuciosamente sus equipajes de mano, y esperar que los viajeros se deshagan de todos aquellos recipientes con líquidos. Así, durante todo el día, se han producido largas colas ante las puertas de embarque, con decenas de personas apurando el contenido de sus botellas.
La otra cara de esta medida de seguridad es la limpieza. Al parecer, la aglomeración de botellines de plástico alrededor de los controles policiales ha pillado por sorpresa a los servicios de limpieza del aeropuerto, que tendrán que deshacerse de todos estos recipientes, antes de que la terminal comience a parecerse a un contenedor de reciclaje de plásticos.