"¡Cuídalo bien!" "¡No lo pierdas!". Frases como éstas se podían escuchar el pasado martes a las puertas de la Comisaría, cuando alguien salía por fin triunfal con su nuevo DNI en la mano. Y es que hasta llegar a ese momento, el "afortunado" había atravesado un largo y tortuoso camino.
Dos números de teléfono, uno con centralita en Madrid y otro que se atiende directamente desde la comisaría de Arrecife, deben facilitar una cita previa para agilizar el trámite, pero la práctica termina resultando mucho más compleja que la teoría. "Es que ya lo he intentado, pero comunica todo el tiempo", decía una señora que se acercaba por el lugar a eso de las 12, intentando que el policía de la puerta le diera una solución.
Poco después, un chico joven repetía la misma escena. Tras hacerse un hueco entre la frondosa cola, se dirigía al agente con la misma ingenua petición. "Quería una cita para renovar el DNI". "Eso llamando al teléfono que tiene en el cartel de la puerta". "Es que ya lo he intentado, pero…" Y así hasta una decena de personas en sólo dos horas. Y conforme iban desfilando, los que aguardaban en algunos casos desde las 9 de la mañana, pasaban de la indignación a la sonrisa, y de ahí a la abierta carcajada al escuchar de nuevo el mismo diálogo entre ciudadano y agente. "Es que lo necesito". "Pues insista usted. Yo no le puedo decir nada más. Si quiere esperar aquí con estos señores hasta que terminen de pasar los que tienen cita, por si da tiempo a atenderle… Pero no creo".
Espera con "María la guapa"
Algunos se marchaban sin dar crédito. Otros, decidían quedarse, aguardando sentados en las escaleras y al sol, o de pie bajo el pequeño techo situado frente a la puerta de entrada. Como un señor de 75 años que había venido expresamente de Uga, desde donde sólo baja a Arrecife "una vez al mes más o menos", y que lo mismo le pedía al agente una solución para poder hacer su trámite, como le contaba la difícil historia de "María la guapa", que según el policía más bien debieron llamarla "María la sufrida".
Con menos ganas de charla estaba otro hombre que pasaba los 70 y que llegó poco después, advirtiendo seriamente con pedir hablar con el comisario si no se marchaba de allí con su DNI.
Pero tanto para ellos como para el resto, incluida la chica que llevaba horas esperando con un bebé que no llegaba al año, la respuesta era la misma. Pedir una cita previa en la central de Madrid, que actualmente las está entregando para dentro de dos meses y medio, o intentar llamar a un teléfono de la comisaría a partir de las 11. Aunque eso sí, a las 11:15 se cierran los teléfonos. Y en esos quince minutos, hay que jugar a la lotería o rezar para no encontrar la línea comunicando. "Pues todos estos han conseguido que les atendieran el teléfono", argumentaba un agente mostrando la lista de personas que ese día habían podido acudir con cita previa. "Es cuestión de suerte".
De suerte y de infinita paciencia. A las 12:55, Carmen salía por fin con su Documento Nacional de Identidad en la mano. Después de varios días intentándolo, el pasado lunes consiguió que le contestaran "a base de darle a la rellamada", según ella misma contaba al salir, como si hubiera conseguido una proeza. Aunque eso sí, la cita se la habían dado para las 9 de la mañana, y pese a tener su número asignado tuvo que esperar casi tres horas de cola para hacer el trámite. Y es que al parecer, a todos los citados desde la comisaría (30 cada día) les habían convocado a la misma hora, las 9, pese a que se calcula que en atender a cada uno se tardan unos 15 minutos.
"Los sin cita"
Cuando con Carmen se terminó por fin la cola de los que habían acudido con cita, empezaba la cuenta atrás para el resto. Para los que, ante la imposibilidad de conseguir un turno, habían decidido probar suerte esperando. Porque a partir de ahí y hasta que cierra la oficina, es el momento de los "sin cita previa". Un grupo de unas diez personas empezó a arremolinarse alrededor de la puerta de comisaría. Cada vez más cerca y cada vez más juntos, como si intentaran asegurarse de que lograrían entrar y cumplir su objetivo. Pero el agente ya iba avisando. "Buf, no creo que pasen todos. Como mucho tres o cuatro. Ayer pasaron unos doce, pero porque fallaron bastantes de los que tenían cita, pero hoy…"
Pese a las palabras desmoralizadoras, el ánimo no decaía, y los presentes seguían avanzando cada vez más hacia una puerta que se abría cada cinco o diez minutos con la salida un nuevo portador del renovado DNI. "¡Enhorabuena!", coreaban incluso los que seguían esperando correr la misma suerte. El segundo "sin cita previa" salía ya victorioso. "Yo creo que nos va a dar tiempo" "Si se dan prisa y con un poco de voluntad…". Pero el reloj iba a avanzando. Pasó el tercero, el cuarto e incluso el quinto, la madre del bebé. Pero cuando la cola de horas atrás se había convertido en un reducido grupo de cuatro personas y la puerta inaccesible se abrió de nuevo, no era para hacer pasar al siguiente, sino para transmitir la peor de las noticias. "Hoy no hay más deneís".
Faltaban quince minutos para las dos de la tarde, la hora oficial de cierre de la oficina, pero ese argumento no sirvió para convencer ni al funcionario que dio el primer aviso, ni a la señorita que se asomó poco después y que desoyó las súplicas de los que allí seguían aguardando, tras haber echado la mañana a las puertas de la comisaría. Entre ellos, el hombre que amenazaba con llamar al comisario, y que al final se fue por donde había venido. Y también el que seguía recordando a "María la guapa", que ya había conseguido agenciarse un asiento en la entrada de la comisaría, y se resistía a marcharse y regresar a Uga sin su DNI.