Nerviosos, aún con el miedo en el cuerpo pero con una cierta sensación de euforia tras haber vivido una situación límite. Los pasajeros del vuelo MR-465, un Boeing 737 de la compañía Air Mauritanie procedente de Nouakchott, fueron los causantes de que el secuestro del avión por parte de un ciudadano marroquí armado terminara con final feliz, ya que fueron los propios pasajeros los que redujeron al secuestrador nada más tomar tierra.
En el aeropuerto de Gran Canaria, donde nunca se ha vivido una situación igual, todo era expectación e incertidumbre ante lo que acababa de ocurrir. Allí, impacientes, familiares y amigos, incluso las personas que debían tomar el mismo vuelo de vuelta a Nouakchott, no podían contener su preocupación. Sólo cuando uno de los pasajeros de los 71 que ocupaban el Boeing 737 habló brevemente ante los medios empezó a aclararse todo lo ocurrido.
Al parecer, y según relató este pasajero, el secuestrador obligó al comandante a llevarlo hacia París, ante lo que el máximo responsable del aparato le contestó que era imposible si antes no hacían una parada para repostar. Un engaño que logró que justo cuando el avión tomó tierra, y aprovechando el natural balanceo, un grupo grande de pasajeros se abalanzó sobre el secuestrador logrando reducirlo.
Sin embargo, y presas del pánico, cuando las puertas del avión se abrieron, los tripulantes se agolparon, produciéndose diversas contusiones y heridas. Según informó el 112, un total de 13 de los 71 pasajeros fueron ttrasladados a diversos hospitales de la capital de la isla para ser atendidos de sus heridas. Ttres mujeres fueron evacuadas al Hospital Insular, dos hombres y una mujer a la Clínica del Perpetuo Socorro, otras tres mujeres a la Clínica de San Roque, y cuatro menores de edad al Hospital Materno Infantil, todos ellos en Las Palmas de Gran Canaria.
La Guardia Civil logró detener al raptor, siendo retenido en la propia base militar de Gando. Los pasajeros fueron trasladados a una de las salas de la terminal de llegadas del aeropuerto grancanario, donde, tras hacer las pertinentes pruebas de seguridad (al parecer se temía que hubiera otro implicado en el secuestro entre los viajeros) fueron interrogados uno a uno por espacio de varias horas.
INCERTIDUMBRE
Mientras todo esto pasaba, los familiares y amigos que esperaban en el aeropuerto se desesperaban ante la falta de información. Magdalena Rosillo es amiga de Dava, una de las pasajeras del avión, madre de dos niños de uno y cinco años, a los que había llevado a Mauritania a que conocieran a su abuela.
Magdalena resaltó que lo peor había sido la falta de información oficial, aunque gracias al resto de familiares que esperaban en la terminal pudo saber que se encontraban todos bien.
Muchos de los que allí esperaban lo hacían precisamente por el vuelo de vuelta, hacia Nouakchott. Uno de ellos, que no quiso dar su nombre, aseveró a ACN Press que no pensaba coger ese ni ningún otro vuelo en su vida. No obstante, muchos ansiaban que todo terminase y les dijesen cuando podrían volar a casa. Desde AENA confirmaron que la línea mauritana tenía previsto disponer de otro avión, ya que el aparato secuestrado no saldría del aeropuerto, aunque no confirmaron cuando se produciría el regreso.
Poco a poco, y a medida que sabían del estado de salud de sus familiares, los presentes se fueron tranquilizando, aunque de seguro, y teniendo en cuenta lo frescas que permanecen en la memoria las imágenes del 11-S y el 11-M, les fue imposible no dedicar por completo sus pensamientos a una de las vivencias más intensas, inciertas y atemorizantes de sus vidas.