La isla no ha podido asumir la construcción masiva

Lanzarote aumentó en un 50 por ciento su capacidad alojativa desde la anterior crisis

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30 de octubre de 2009 (20:12 CET)
Lanzarote aumentó en un 50 por ciento su capacidad alojativa desde la anterior crisis
Lanzarote aumentó en un 50 por ciento su capacidad alojativa desde la anterior crisis

Era su principal motor económico, pero pinchó y miles de familias sufren ahora sus consecuencias. El turismo en Lanzarote ha caído de forma espectacular en los últimos años, donde se ha pasado de contar con una ocupación que rondaba el 90 por ciento en 1.999 a, una década después, alcanzar sólo el 70 por ciento. A este problema se suma el fuerte desplome de los precios hoteleros. El binomio turismo-construcción se fue a pique, dejando a muchas personas en la calle y a una isla sumida en una crisis económica mayor, incluso, que la que se ha desatado a nivel nacional.

No existe una sola clave para entender este descalabro y tampoco una sola consecuencia. Si se echa la mirada atrás para analizar los datos y las estadísticas turísticas, se puede comprobar cómo este sector se ha hundido en apenas unos años. La construcción masiva de establecimientos y el aumento de camas han tenido mucho que ver en esta situación. Así, Lanzarote ha experimentado un incremento del 50 por ciento de su capacidad alojativa desde la anterior crisis, es decir, desde los años 90.

Cuando la isla comenzaba a recuperarse del fuerte descalabro económico que sufrió en 1.990, dos años más tarde ofrecía alrededor de 42.000 camas turísticas y contaba con una ocupación hotelera que rondaba el 90 por ciento. La rápida edificación de complejos hoteleros, que tuvo su mayor énfasis entre 1.998 y 2.000, generó una macrooferta alojativa, que la isla no supo asumir. Así, en estos momentos, existen 63.604 camas en Lanzarote, según el Centro de Datos del Cabildo, y la ocupación sólo llega al 70,17 por ciento, según los datos de septiembre de este año.

Los años 90

Cuando Lanzarote se afianzaba como lugar de vacaciones y los turistas llenaban la isla en todas las épocas del año buscando el sol y la playa, los empresarios empezaron a ampliar la oferta. "La situación comenzó a cambiar de forma calmada. Se construía un establecimiento al año, al año siguiente se hacía otro. Según crecía la demanda, se iba haciendo hoteles poco a poco", afirma Paco Martínez, portavoz de la Asociación Insular de Empresarios de Hoteles y Apartamentos de Lanzarote (Asolan).

Pero la calma quedó atrás y las decisiones se precipitaron. "De repente, se apresuraron a construir y nos metieron 15.000 o 20.000 camas en un rato", explica Martínez. En su opinión, esto fue como consecuencia de la moratoria turística que decretó el Cabildo en 1.999, a través de la cual no se permitía edificar más hoteles hasta 2.010. "Me pareció que era un buen instrumento pero la aplicación no fue buena, fue poco prudente", manifiesta el portavoz de Asolan.

Los empresarios tuvieron alrededor de un año desde que la primera institución lanzaroteña avisó sobre esta medida, hasta que se hizo efectiva. De ahí que se afanaran en conseguir licencias para agilizar la construcción de nuevos establecimientos. "La gente se apresuró, metieron caña, trabajaban hasta por la noche para que el que tenía derechos edificatorios en su parcela pudiera construir antes de que se decretara la moratoria", señala el portavoz de Asolan. Los nuevos establecimientos se ubicaron fundamentalmente en Playa Blanca. Y, desde entonces, "el mercado se resintió porque la isla no tenía capacidad para asumir esa macrooferta", opina Martínez.

La visión de la Fundación

Sin embargo, desde la Fundación César Manrique (FCM) la opinión es manifiestamente diferente. "La moratoria turística en sí misma, no construye camas turísticas. Así la responsabilidad en ese proceso de construcción masiva que se produce durante esos años anteriores a la moratoria tiene, como mínimo, una responsabilidad compartida. Sería cínico pensar que esta aceleración fue sólo por la amenaza de la moratoria. Está claro que los que corrieron a marchas forzadas por consolidar sus expectativas fueron los empresarios", subraya su portavoz, Alfredo Díaz.

Díaz reconoce que las expectativas de freno a la concesión de licencias que planteaba la moratoria estimularon a aquellos empresarios a acelerar los trámites, ayudados "por los ayuntamientos que facilitaban estas acciones". "Se aceleró el proceso, ya que muchos empresarios vieron en la futura moratoria un posible freno a sus expectativas", matiza, al tiempo que reconoce que "hubiese sido necesario que la moratoria incorporara criterios de temporalización y secuenciación de crecimiento en el marco del periodo 2000-2010".

El portavoz de la FCM destaca la voluntad de las administraciones municipales por "favorecer los procesos de urbanización y las propias expectativas empresariales". Defiende esta teoría, avalada por los tribunales, que han determinado "que se concedieron licencias al margen de la ley". "Esto no es una opinión, es un hecho", señala.

Sin paro en la isla

Durante esos años el dúo contrucción-turismo supuso que la tasa de paro fuera bastante baja y que Lanzarote se convirtiera en uno de los lugares que más empleo ofrecía. Así, en 1.998 había una media de 3.351 parados, en 1.999 se redujo más todavía y alcanzó los 2.435 desempleados y, en 2.000 se contabilizaron 2.570 personas sin trabajo. A partir de ahí comenzó a subir como la espuma, hasta llegar en 2.009 a los 16.014 parados, según los datos del Instituto de Estadística del Gobierno de Canarias (ISTAC). La mayor parte de los desempleados, según reconoce el propio portavoz de Asolan, "son trabajadores del sector turístico". "Si se pierde ocupación sobra personal, evidentemente es así", recuerda.

Y es que la repentina construcción de establecimientos hoteleros y la fuerte inclusión de camas activaron la economía hace una década pero, posteriormente, "perjudicaron al turismo". Así, además de que el grado de ocupación en estos establecimientos ha disminuido enormemente, el precio medio de los hoteles también ha sufrido una decadencia.

"La mala situación la venimos notando desde 2.002. Sabíamos que pasaba algo, que había cosas que estaban cambiando, como el gusto de los clientes, y que parte de la oferta que había en Lanzarote se quedó un poco atrás", destaca Martínez, al tiempo que evidencia que la crisis económica "ha sido la guinda del pastel" de todo este embrollo económico. "Hubo un momento en el que teníamos que haber hecho una buena promoción, pero no se hizo. Al final, nos encontramos con que íbamos cabeza abajo cuando encima nos sobrevino la crisis. Ahora el palo ha sido mayor. Junto a Fuerteventura, Lanzarote ha sido una de las zonas turísticas de Canarias más perjudicadas por la crisis", lamenta.

Sobrecapacidad hotelera

Estos datos reflejan cómo la macrooferta de camas benefició, en un principio, a la isla, pero ha terminado perjudicando al sector. No obstante, el portavoz de Asolan no considera que exista una sobrecapacidad alojativa: "En 2.006 y 2.007 tuvimos ocupaciones medias muy importantes, que rondaron el 80 o 85 por ciento. El mercado, pese a tener dificultades, asumía el número de camas. Cuando la situación de crisis se normalice, el número de camas será asumible", señala Martínez.

Según su opinión, en Lanzarote "no sobran camas, no hay que quitarlas, sino mejorar lo que se tiene". Para ello, desde Asolan se apuesta por la innovación, porque los establecimientos estén perfectos y por responder a la demanda de los visitantes. "Muchos turistas piden ahora actividades para niños, zonas verdes o un spa. Y, nosotros, tenemos que ofrecérselo", asegura. "Si cada uno aportamos todo esto y contamos con la ayuda de las nuevas tecnologías, creo que podemos salir adelante", se esperanza.

Más de un año

"Tenemos que conseguir la profesionalización del sector, a través de la Formación Profesional (FP), que debe ser el caballo de batalla de todos los empresarios. Una vez que tengamos esto, lograremos un producto turístico excepcional y entonces empezaremos a hablar de turismo de calidad. De momento, hablar de esto es complicado", reconoce.

Martínez no se atreve a poner una fecha, aunque espera que Lanzarote salga de esta crisis y comience a ver los brotes verdes tan esperados por sus habitantes en "12 o 18 meses". Todavía queda mucho por hacer para que este sector, vital en la economía insular, resurja de sus cenizas para que la isla vuelva a alzarse como uno de los lugares de veraneo preferidos por los europeos.

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