"Por mucho que lo hayan querido dinamitar no van a poder negar la potencia de un ser tan extraordinario como César"

La FCM acogió la mesa redonda 'El César que conocimos', una aproximación al lado más personal del artista 

9 de noviembre de 2019 (09:09 CET)
"Por mucho que lo hayan querido dinamitar no van a poder negar la potencia de un ser tan extraordinario como César"
"Por mucho que lo hayan querido dinamitar no van a poder negar la potencia de un ser tan extraordinario como César"

La Fundación César Manrique (FCM) acogió el pasado martes 5 de noviembre, a las 20:00 horas, en la sala José Saramago de La Plazuela (Arrecife), la mesa redonda titulada 'El César que conocimos', en la que participaron Carlos Matallana, Mario Alberto Perdomo, Gueli Robayna y Fernando Ruiz.

El periodista Salvador Hernández, moderador de la mesa redonda comenzó preguntando a Gueli Robayna, hoy profesora de filosofía y que trabajó como secretaria de César Manrique, cómo era el artista en su vida cotidiana. Robayna destacó que "aunque sea lo típico que se dice sobre él", era una persona "muy vital, con una energía arrolladora". Cuando ya vivía en Haría, pintaba cada mañana y por las tardes bajaba a Arrecife, al estudio frente a El Almacén, donde "irrumpía" con entusiasmo, "como un niño con un juguete nuevo", que en su caso era un cuadro nuevo, recién terminado.

Techy Acosta, directora del programa Buenos días Lanzarote, también moderadora de la Mesa, dio paso a Carlos Matallana, sobrino de César y pintor, que confirmó que "César era así con todo el mundo" y también entraba en la casa de su hermana gritando. "No podía ser de otra manera". Puntualizó que tenía "sus cosas raritas y se cogía unos cabreos inmensos". Y contó uno de ellos. Su secretario le hablaba mal de su entorno, contra su familia, y le dijo que él, que fumaba marihuana, era un drogadicto. "Me lo dijo a grito pelado y se enteró todo el mundo", dijo Carlos, pero después su madre, Juana, "que era la única que le podía echar una bronca a César", llamó a César para reprochárselo.

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"Proyectamos nuestra subjetividad y complementamos la percepción que tenemos sobre un artista". Así empezó Fernando Ruiz, conservador de la Fundación César Manrique, su primera intervención. Fernando es de Gran Canaria y desde allí "militaba en el anti cesarismo" porque César era un artista que había colaborado con el franquismo "y eso nos intoxicaba la sangre", también colaboraba con el turismo, que es "una actividad extractiva" y porque, además, Ruiz fue alumno de un catedrático "que ahora llaman biógrafo oficial" que no hablaba de César Manrique en clase. "El personaje (César) llamaba la atención y nosotros éramos una comunidad de deprimidos", dijo Ruiz sobre César y sobre un grupo de jóvenes de izquierdas en Canarias, y añadió que además "la gente que él tenía alrededor" les parecían unos frívolos. Pero lo que le hizo cambiar fue llegar a vivir a Lanzarote y comprobar que se parecía al lugar donde él quería vivir, un sitio donde se apostaba por el bien común, cosmopolita, moderno, con respeto al medio ambiente y al patrimonio. "Encontré que César había construido una utopía y pasé de los prejuicios a la admiración".

Mario Alberto Perdomo fue fundador del grupo ecologista El Guincho, que se creó "para luchar contra la especulación" y su relación con César era en "el tajo", "en la trinchera". Dijo que el acto más icónico fue el de la protesta en Los Pocillos, en la que participó César, "y trajo a Alfredo Kraus". Dijo que fue importante que César se fijara en ellos, que eran un grupo, frente a la izquierda de la que hablaba Ruiz, más sesuda, que tenían cierta sensibilidad estética y con la naturaleza.

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Carlos Matallana dijo que su abuelo Gumersindo, el padre de César, era una persona con sensibilidad, fue el primero en construir en los años 30 una casa de veraneo en la Caleta y enseñó a César a ver la belleza de Lanzarote "y a bañarse en pelotas en Famara", que fue un lugar que a César le potenció su creatividad. César tuvo, en definitiva, una infancia maravillosa, gracias a la influencia tanto de su padre como de su madre, Frasca.

Gueli Robayna recordó dos anécdotas, que le marcaron. Con la primera se dio cuenta del calado y la persuasión del personaje, incluso entre los niños. A César, que ya tenía setenta años, se le había ocurrido que tenían que ir todos a bañarse al Puente de las Bolas "y, en un rato, todos los niños estaban a su alrededor". "Se me quedó grabado ese espíritu". La otra tiene que ver con la primera de sus prioridades: la educación y la cultura. Le habían robado un cuadro pequeño del estudio y no sabían cómo decírselo a César. Cuando se lo dijeron, César se alegró mucho: "Por fin los ladrones se han vuelto cultos", dijo. "Yo me quedé descuadrada -señaló Robayna-, me di cuenta de la magnitud del personaje". 

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Sobre su relación con los medios de comunicación, Mario A. Perdomo dijo que César era un filón, "siempre daba un titular". Era accesible y atraía muchos medios de comunicación extranjeros, donde aparecía el César enfadado. Para Perdomo, "siempre ha habido algún sector infame de los medios de comunicación, indecente, corrupto, que ha tratado de llevar a César a otros lugares por si podía apoyarles en alguna promoción".

Por último, Ruiz afirmó que César fue una persona crucial para su vida porque le desmontó sus prejuicios y pasó de militar contra él, a defenderlo. Creó una comunidad de sentido. "Nos sentíamos parte de un proyecto, construyó un horizonte de futuro y eso fue muy importante, y más para un pueblo como Canarias, lastimado en su estima". "César puso en marcha un proyecto de humanización -dijo Ruiz- y eso me emociona (y efectivamente se emocionó) y me puse a su disposición". Pero esos años, los años ochenta, no parecían buenos para el artista. Le rechazaron como Hijo predilecto, le quisieron nombrar persona non grata "con el silencio clamoroso de la sociedad", pasó por una crisis económica con una gran deuda, no sabía qué hacer con su legado, su proyecto de Lanzarote se descoyuntaba, sufrió presiones para involucrarlo en proyectos urbanísticos o para que pintara cuadros "como churros". "Tenía abiertas muchas compuertas graves? pero nunca perdió la alegría, las ganas de vivir", dijo Ruiz y se puso al servicio de la sociedad. Ruiz terminó: "Ese proyecto de comunidad hoy está perdido, esta batalla está perdida, la Isla tiene poca gente que la defienda. Aunque sí podemos decir que nosotros lo vimos, y que esto fue posible". "Por mucho que lo hayan querido dinamitar no van a poder negar la potencia de un ser tan extraordinario como César".

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Techy Acosta finalizó señalando que prefería quedarse con la parte optimista y que la celebración del centenario es una prueba "porque la Fundación sigue siendo un referente de inspiración para los que sí creemos que la utopía puede ser posible en esta isla".

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