Opinión

Recordando a una maestra, doña Mercedes Medina Díaz

Corría el mes de noviembre de 1990, ya en plena democracia, se aprueba por unanimidad en un pleno del Ayuntamiento de Arrecife de Lanzarote, que el colegio del aún joven Barrio de Tinasoria, llevara el nombre de una mujer, de una trabajadora ejemplar que sabía mucho de los sacrificios que se tenían que hacer para poder estudiar, pues ella, a pesar de las penurias propias de la época en la que nació, rompiendo barreras que como mujer se le ponían delante, estudiaba con anhelo consiguiendo hacerse Maestra, pero no una Maestra cualquiera… doña Mercedes Medina Díaz (1914-2002). Destacó desde muy joven por el afán de llevar a todos sus alumnos por los menos hasta el instituto, y trabajaba desde aquellas destartaladas aulas de las primeras décadas del siglo XX, para que el estudio dejase de ser un privilegio solo de los más favorecidos económicamente. Se interesaba por la situación familiar de los chicos y chicas que asistían a su clase e influía en los padres de los más pudientes para que la meta no fuese solo trabajar, sino que mandaran a sus hijos a estudiar fuera de la Isla, única forma que siempre consideró como la idónea, para lograr el desarrollo de mentes más abiertas, honradas y responsables y que con su posterior retorno a la Isla contribuirían a sembrar aspiraciones más elevadas culturalmente, a ser personas autónomas y solidarias que no se dejasen manipular.

Hoy en el 2021, casi 30 años después, y a pesar de estar pasando la humanidad en general y Lanzarote en particular una etapa tan complicada, en la que los problemas de todo tipo se han multiplicado, a este Ayuntamiento de Arrecife que la homenajeó, le ha sobrado tiempo para decidir que ese centro que dejó de ser CEIP, para reconvertirse en IES, deje de llamarse MERCEDES MEDINA DÍAZ, y así, en pleno siglo XXI, idea tan descabellada prospera ante la indiferencia del resto de las instituciones de la Isla. ¡Qué lástima! Como manifestara Miret Magdalena, E. (La vuelta a los valores, 2007): Es mala esa prisa que no nos deja espacio ni tiempo para mirar hacia atrás y saber lo bueno que hemos dejado en la cuneta.

Esa tan desleal decisión me lleva a preguntarme ¿Si hubiese llevado un nombre masculino, la decisión hubiese sido la misma? ¿Qué otra razón pudo haber para quitar el nombre de una mujer, de una Maestra, a una de las pocas instituciones educativas insulares que en plena democracia fue propuesta por ese Ayuntamiento que hoy la rechaza, a pesar de haber sido aceptada por toda la comunidad educativa esa decisión del Consistorio? ¿En qué cabeza, masculina o femenina, se gestó la idea de echar al olvido el nombre de una Maestra de Enseñanza Primaria, que nació, vivió, trabajó más de 40 años como docente distinguida y murió en el mismo pueblo que la vio nacer?

Nos consterna haber comprobado a través de las distintas manifestaciones que han ido apareciendo en los medios de comunicación que el cambio no ha favorecido a nadie, sin embargo, sí ha sembrado inquietud, impotencia y desasosiego en muchas personas que la conocieron, sobre todo en  numerosos alumnos/as, incluso algunos ya muy mayores que la recuerdan como esa Maestra que les ayudó a estudiar, formándose en diferentes trabajos que les permitirían buscar soluciones a los problemas personales y profesionales que se les  presentaran.

Tal vez, porque fui una de esas alumnas que tuvo el privilegio de seguir aprendiendo de ella hasta pocas horas antes de su muerte, en la que pude escuchar su última gran lección (2002), siento que la injusticia que con ella se ha hecho, no tiene justificación, porque nadie debería  negar que fue una gran persona y una gran Maestra, ¿con defectos? sí ¿Y quién no los tiene? Como bien manifestara Rita Levi-Montalcini (Elogio de la imperfección, 2011): La imperfección y no la perfección es la base del obrar humano.

Cuando Albert Camus (1913-1960), novelista, ensayista, dramaturgo, periodista, filósofo, galardonado con el más prestigioso de los premios que un novelista pueda recibir, el Nobel de Literatura (1957), al recibir la noticia, su primer pensamiento fue para su madre, pero el segundo de sus pensamientos fue para recordar a  su maestro de Enseñanza Primaria a quien por escrito le comunica que aunque No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo…pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted  ha sido y sigue siendo para mi, y corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido.

A imitación de Camus, aunque por razones bien distintas, también yo he sentido la necesidad, pese a los años de su muerte, de agradecerle públicamente a mi Maestra, a doña Mercedes, su ayuda, su  influencia e implicación en la búsqueda de una beca para que continuara estudiando y hacerme maestra de Enseñanza Primaria… sin la capacidad del Nobel Camus, llegué al nivel más alto en mi formación académica, doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación, con Premio Extraordinario de la Facultad, con esfuerzo, constancia, voluntad…, como me repetía constantemente… lo conseguí… Por eso también yo seguiré siendo su alumna agradecida. ¡GRACIAS doña Mercedes!

 

Irene Betancort Cabrera. Maestra y doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación. Directora del Centro Asociado de la UNED de Lanzarote 2008-2015