Opinión

La codicia de la banca

Por Roberto Herbón El problema se ha desbordado. Ni los gestores bancarios más pesimistas podían suponerque la locura inmobiliaria, el paro, las malas tasaciones, la ley hipotecaria y la falta de rigorconcediendo créditos ...

Por Roberto Herbón
El problema se ha desbordado. Ni los gestores bancarios más pesimistas podían suponerque la locura inmobiliaria, el paro, las malas tasaciones, la ley hipotecaria y la falta de rigorconcediendo créditos ...

El problema se ha desbordado. Ni los gestores bancarios más pesimistas podían suponer

que la locura inmobiliaria, el paro, las malas tasaciones, la ley hipotecaria y la falta de rigor

concediendo créditos hipotecarios conducirían a dramas humanos tan terribles en los

desahucios como los que se están viendo estos días. Las entidades preparan soluciones para

atajar un asunto que les ha golpeado de lleno en su reputación. Algunas admiten ahora que

buena parte de los desahuciados de ahora debían haber sido inquilinos de un piso, pero nunca

propietarios. Creo que un poco tarde para admitir errores.

Esa locura tiene cifras, desde el comienzo de la crisis en 2008 se han abierto 350.000 casos de

lanzamientos (desahucios) aunque solo 172.000 se han ejecutado, según fuentes bancarias. De

estos, una parte son primeras residencias, mientras que el resto son viviendas en la playa, en

la montaña, garajes, locales comerciales y naves industriales. Quedan 178.000 casos más que

están en procedimiento judicial.

Aunque las entidades financieras no son partidarias de detallar cuántos pisos adjudicados

acumulan en sus carteras, ya se conocen algunos datos. El Banco Malo, denominado sociedad

de Gestión de Activos, procedentes de la Reestructuración Bancaria (Sareb), ha hecho público

que recibirá 89.000 viviendas y 13 millones de metros cuadrados de suelo de las antiguas

cajas nacionalizadas: Bankia, CatalunyaCaixa, Novagalicia y Banco de Valencia.

Pero las cifras de Bankia y de su matriz BFA son peores, acumulan 100 millones de metros

cuadrados (equivalente a todo el municipio de Las Palmas de Gran Canaria) de suelo

improductivo, 45.000 viviendas sin vender y 15.000 locales, garajes. Un patrimonio

inmobiliario que es un gigantesco homenaje a la incompetencia y a la falta de prudencia de los

anteriores gestores de Caja Madrid y Bancaja.

Los ejecutivos que ahora están al frente de Bankia no lo niegan. Admiten que si no se hubiera

concedido créditos sin control, no se podría haber llegado a esta situación. Ha habido errores

claros, la mejor demostración de ello es que la morosidad en el crédito hipotecario del

colectivo de los inmigrantes supera el 5% frente al 3% del conjunto del sector.

Sin embargo, lo que no admiten con facilidad es que muchos de sus clientes eran trabajadores

con contratos temporales a los que se les vendió pisos con créditos que suponían deudas

enormes en relación con sus ingresos. Y esto no cumple el manual de las buenas prácticas

bancarias, pese a que nadie, ni el Banco de España ni los auditores lo denunciaron nunca.

En mi modesta opinión, creo que son las entidades las que tienen la peor parte de este

problema, pues confundieron su vocación social con entrar de lleno en el segmento

hipotecario de los inmigrantes, así como de las clases sociales más populares, que tomaron

este camino ya de por si arriesgado, sin contar con los sistemas de control de riesgo

adecuados, con lo cual, la bomba ha estallado.

Desde mi punto de vista, el auge inmobiliario necesitó mano de obra intensiva, sobre todo en

Canarias, lo que hizo un efecto llamada en los inmigrantes, que vinieron a España a construir

pisos y se les concedió créditos para que los compraran. Con la caída de la construcción se ha

hundido todo, ellos han perdido el trabajo y van camino de perder sus viviendas.

No solo buscaban clientes los bancos y las cajas, sino también otros intermediarios, como los

Agentes de la Propiedad Inmobiliaria (API) y las sociedades financieras. Ambas fueron más

agresivas que las propias entidades y recolectaron una morosidad escandalosa. Cabe recordar

que los tipos de interés estaban en sus niveles más bajos de la historia tras la llegada del euro

y además, la liquidez parecía un maná inagotable. La mezcla de estos dos factores permitió

conceder créditos baratos y por enormes cantidades de euros. Buena parte de estos euros,

por cierto, de bancos Alemanes y Franceses.

Una oferta de aquellos tiempos fue la "hipoteca bienvenida". Era un producto financiero

especialmente pensado para los inmigrantes y lo ofrecía en 2005 la intermediaria financiera

CreditServices. Solo con tres meses de trabajo en España, el inmigrante podía acceder a

un crédito que cubría el 120% del valor de una vivienda. Todos los gastos y comisiones de

gestión quedaban cubiertos y pasaba a ser propietario de un piso sin poner un euro. El crédito

lo concedían entidades de Estados Unidos. La hipoteca bienvenida conseguía unos 50.000

clientes al año.

Según declaraciones del presidente de CreditServices en el 2010, hay siete millones de

hipotecas que si los bancos no hacen un esfuerzo por refinanciar, van a caer. Esas son las

hipotecas bomba, las cuales acabaran en desahucios o impagos.

Son los mismos préstamos que en Octubre de 2007, el número dos del Santander, Alfredo

Sáenz, bautizó como hipotecas subprime. "Claro que hay hipotecas subprime en España. Es

una cuestión de puro sentido común", afirmaba Sáenz.

Todas las entidades realizaron campañas masivas, aunque no con la misma intensidad. Por

eso no han caído todas las entidades, si no algo más de la mitad del sector y ningún banco

ha recibido ayudas públicas. Las cajas aprovecharon la burbuja inmobiliaria para crecer

apoyándose en las promociones inmobiliarias. Entre 1993 y 2008 pasaron de 14.000 a 25.000

oficinas mientras que los bancos redujeron las sucursales de 18.000 a 15.000. Bloque de

edificios que financiaban, sucursal que se colocaba en los bajos; el representante de la entidad

conectaba con algún agente de la propiedad inmobiliaria o una financiera y la entidad cerraba

la oficina, y eso era un aparente gran negocio.

Por lo cual, se considera arriesgado un préstamo que cubra más del 80% del valor del bien

hipotecado, una tasa de esfuerzo alta (que el comprador tenga que dedicar más del 35% de su

renta a pagar los plazos) y las tasaciones forzadas que subían los precios. Los desahucios son

la mutación más salvaje de estos errores en cadena y las entidades prometen medidas severas

para evitar más Lanzamientos. No será nada fácil.

Por Roberto Herbón