Opinión

Catarsis

La evolución de Lanzarote en los últimos 20 años puede resumirse en el estado actual que vive la isla: estancamiento económico, brutal pérdida competitiva frente a islas vecinas y otros destinos turísticos, sobrecapacidad hotelera ...


La evolución de Lanzarote en los últimos 20 años puede resumirse en el estado actual que vive la isla: estancamiento económico, brutal pérdida competitiva frente a islas vecinas y otros destinos turísticos, sobrecapacidad hotelera ...

La evolución de Lanzarote en los últimos 20 años puede resumirse en el estado actual que vive la isla: estancamiento económico, brutal pérdida competitiva frente a islas vecinas y otros destinos turísticos, sobrecapacidad hotelera y urbanística, ultradebilidad del tejido económico, corrupción generalizada y ausencia de valores y ambiciones colectivas.

Pero lo que resulta aún más sobrecogedor es la sensación de abatimiento que experimenta la ciudadanía. Un abatimiento fruto de la desesperanza presente y la falta de confianza en el futuro. Una sensación de que la clase política ha hundido a la isla en la peor de las pesadillas y de que, pese a ello, ésta permanece autista, abstraída en batallas de salón, en políticas de corto alcance y larga permanencia, cuando no inmersa en más oscuros empeños. La sensación de que una oligarquía empresarial controla a la clase política ha pasado de leyenda urbana a la creencia más arraigada, siendo incluso denunciada por dirigentes políticos históricos.

Pero entre los últimos acontecimientos que vive la isla comienzan a vislumbrarse intensos brotes verdes en el sentir ciudadano: la tradicional apatía va dando paso a un grito sordo de hartazgo, una suerte de catarsis colectiva en la que la gente pierde el miedo a hablar, a expresarse con claridad, y comienza a dar muestras de que esa etapa negra está terminando, o al menos viviendo los últimos estertores.

Esta catarsis colectiva vive su más claro exponente en la febril actividad que viven las instituciones judiciales. El largo período de serena complacencia en determinados poderes judiciales ha dado paso a un estado de intensidad que está haciendo eclosionar los cimientos de la sociedad lanzaroteña. Muchos ciudadanos depositan ahora sus esperanzas en que los poderes judiciales hagan el trabajo que no es capaz de hacer la política.

Los acontecimientos de los últimos meses evidencian que nada va a volver a ser igual en la isla. Las huidas hacia delante de unos pocos no pueden frenar un sentir que subyace cada vez más fuerte en la sociedad. Pero para que esta catarsis, purga y purificación, realmente se produzca, la verdadera llave la tienen los lanzaroteños.

Al margen de ideologías fijas y lealtades inquebrantables características del pasado, la recuperación de un espíritu y valores colectivos, basados en el trabajo honrado, el esfuerzo en pro del interés general y el servicio público son los nuevos cimientos sobre los que edificar el futuro de la isla.

Mucho se equivocan aquellos que preconizan la conveniencia del voto en blanco, aparente rebeldía sin consecuencia práctica alguna. Lo que realmente es necesario es el voto crítico, consciente y responsable, en el sentido que sea, pero decidido a contribuir a que Lanzarote nunca vuelva a ser lo que ha sido.