SE IRÁN PUBLICANDO DE FORMA SEMANAL EN LA VOZ DE LANZAROTE

El concurso de microrrelatos de Radio Lanzarote supera el centenar

Se podrá participar en el concurso hasta el próximo 31 de agosto. Las historias tienen que estar basadas en las últimas palabras de Mararía y contener alguna referencia a la radio

11 de agosto de 2017 (19:02 CET)
El concurso de microrrelatos de Radio Lanzarote supera el centenar
El concurso de microrrelatos de Radio Lanzarote supera el centenar

Radio Lanzarote sigue acogiendo nuevas propuestas para su concurso de Microrrelatos, en concreto, esta semana ha incorporado nuevas historias. Cabe recordar que el plazo para enviar los relatos para participar en el certamen concluirá el próximo 31 de agosto y que este año la radio rinde homenaje al escritor Rafael Arozarena.

Por ello, la propuesta es construir un relato que suponga una continuación a las palabras finales de la novela "Mararía", que dicen así: "En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros..."

Como en ediciones anteriores, la radio deberá formar parte de la historia y la extensión máxima de los relatos tendrá que ser de 100 palabras, incluido el título en el caso de que lo lleve. Cada autor podrá enviar hasta un máximo de cinco relatos, que podrá firmar con pseudónimo, aunque deberá indicar siempre un nombre y un teléfono de contacto.

Las propuestas literarias serán publicadas de forma semanal, si cumplen con los requisitos, en La Voz de Lanzarote. Quienes lo deseen podrán enviar sus obras a la dirección concursorelatos@lanzarotemedia.net, indicando en el asunto del email: Concurso de Microrrelatos 2017.

Número 95 Sin Título


En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos: unos pájaros grandes que se enredaban en los cuernos del sol; unos pájaros negros. El recuerdo de "El cuervo" de Poe fue inevitable, después pensó en "Los pájaros" de Du Maurier, y al hilo de estos recuerdos, surgieron algunas novelas de Stephen King. La belleza del terror que la empujaba a taparse la cabeza, pero sin dejar de leer. Hacía mucho que no experimentaba ese miedo.

Ahora los verdaderos miedos venían de la radio: una joven brutalmente violada, otra mujer asesinada por su pareja, una niña desaparecida. Se estremeció.

Casi sin pensarlo corrió al parque, con un temor injustificable. Su nieta se remaba en el columpio ajena al mal agüero de los pájaros negros.

 

N.º 97 Sin Título


En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros que desde la altura observaban desconcertados como mi garganta lanzaba gritos al cielo llenos de alegría y alivio. Y es que poco antes, como todos los días con los primeros rayos de sol, había encendido mi querida compañera. Hoy, mi vieja radio repetía una y otra vez la misma noticia; enseguida entendí que este sería un día recordado por mucho tiempo, el 20 de noviembre más feliz de toda mi vida.

 

 Ella


En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros que nada bueno presagiaban. Era como el serial radiofónico que escuchaba cada tarde. Llevaba tiempo sintiéndose la protagonista de aquella tragedia y presentía un amargo final.

La emisora le había devuelto la esperanza en un futuro mejor y decidió encontrarlo. Cuando el maltratador llegase al hogar, ella estaría muy lejos. Al fin y al cabo, pese a los pájaros, un sol radiante parecía sonreír en lo alto del cielo.

 

 LA BARCAZA


En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros.

No muy lejos un chaval pedía auxilio, en un mar embrutecido que empujaba una barcaza contra las rocas del acantilado. Un compañero se lanzaba al agua y conseguía agarrarle; segundos después una ola los tragaba.

Había terror en los rostros prensados sobre barcaza, un miedo atávico marcado por tierra vieja y nueva que no los quería; en medio solo agua salada.

Un yate cerca; con la radio puesta; sonaba "it was a wonderful day".

EL TELEGRAFISTA


En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros…El sonido del telégrafo le devolvió a la realidad. Siguió trabajando, pero aquellas palabras le ocupaban la mente y decidió que formarían parte de la novela que escribiría.

Levantó el dedo del pulsador. Leyó los signos que había estampado: En el cielo unos pájaros…" Maldijo el despiste. Luego, imaginó que el telégrafo era una emisora de radio, que sus palabras las escuchaban gentes de cualquier tiempo y lugar y ya, no quiso dejar de pulsar.

 La Travesía


En el cielo unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros negros moradores del Risco de Famara. En sus vuelos, avistaban con desasosiego cada minúscula embarcación portadora de sueños y esperanzas que tantas veces terminaba a la deriva. Las olas liquidaban aquellas vidas de tez oscura con la misma crueldad que Saturno devoraba a sus hijos. Intuían que era un vuelo arriesgado, arduo, pero también querían conocer otras orillas, abrazar nuevos vientos, probar distintas suertes; persuadidos por el mágico sueño americano del que tanto hablaban en la radio.

 Evocación fetasiana


 

En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros...

Y "A la sombra de los cuervos", "Mararía" asciende el acantilado para verte partir en "El barco de los sueños",llamado "Fetasian Sky", y cuya estela de espuma crea los "Poliedros del mar". Despídete haciendo sonar ese "Silbato de tinta amarilla", y siéntete al fin tan libre como "El dueño del arco iris", que entre "Fantasmas y tulipanes" compone el último "Romancero canario" para sus amadas islas. Y en el "Desfile otoñal de los obispos licenciosos", cuando "Los ciegos de la media luna" beben "Cerveza de grano rojo" escuchando tu voz eterna en la radio, todos te evocaremos.

 

Mi escritor canario


Que indican que tu, Rafael, ya te fuiste a otro mundo, que ahora con tus alas vuelas hacia ese lugar, en el que seguirás contando tus historias llenas de las cosas sencillas de la gente, porque así fuiste tú, un canario de a pie, que a mí, este que ahora escribe me enseñaste amar la vida como a tu obra…

Ahora ya sin ti, solo podemos prometerte que tu eco seguirá sonando en las ondas de esta tu radio, que no dejaremos que tu obra caiga en el olvido, para nosotros siempre serás nuestro escritor canario.

 

Nuevo Mundo


 

El horizonte se oscurecía con cada remesa de grajos que llegaban de los acantilados contiguos. Eran cientos, tal vez miles. El pescador, encendió la radio; buscó una emisora con música clásica. Se recostó sobre el banquillo de madera de popa, cerró los ojos y se dejó mecer por las olas. El telón celeste empañado, cubierto de cuervos que dirigían sus picos hacia el bote, amenazaba con desplomarse. El marinero, encomendado a un deidad arbitraria buscada de urgencia para la ocasión, pudo escuchar casi hasta el final la sinfonía de Dvorak.

Billy


En el cielo, unos pájaros volaban asustados y graznaban furiosos; unos pájaros grandes

que se enredaban entre los cuernos del sol; unos pájaros negros posaban sus garras en el

tendido eléctrico. El niño encendió la radio. Sonaba una canción triste. De Nacho Vegas. Puede que de Ángel Stanich. Bajó las escaleras como si pudiera volar (a todo trapo). Se sentó en el patio. Un locutor dijo esto y lo otro. El niño parpadeó. Billy, el pájaro, cantaba en la jaula. ¿Por qué diablos inventó el hombre las jaulas? ¿Para joderles la vida? ¿Para contemplar belleza de sus alas?

Atardecer Hamu


El anciano jamás había presenciado una forma más hermosa de espantar a aquellos pájaros de mal agüero, una forma más sencilla, dulce y perfecta. Jamás había escuchado otro sonido añadiéndose al graznido de las aves y al perezoso cantar de la radio que descansaba al lado de su mecedora.

Pero por primera vez, ni estaba sentado en ella, ni escuchaba la radio, ni contemplaba el sol perderse detrás de las doradas colinas.

Aquella tarde de verano, sus ojos y su sonrisa estaban prendados de los dos niños que correteaban por el campo, bailando entre plumas negras, riéndose a carcajadas.

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